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Azules y rosados


Mi amigo Arturo me escribió un mensaje en el que me decía que tenía una entrada para Romeo et Juliette, la ópera de Gounod. Él no podría asistir y estaba dispuesto a regalármela. No era cualquier representación. Sería la primera vez que Juan Diego Flórez interpretaría completo el papel de Romeo y lo haría en Lima y con un elenco de primera. Era una oferta tan buena que, para no sentirme culpable, intenté disuadirlo, de que hiciera un esfuerzo y fuera, porque la ocasión realmente valía la pena. La obra es muy convencional, le conté, pero la música es estupenda (tiene unos dúos extraordinarios). No lo convencí (felizmente) pues tenía otros asuntos que atender y, además, no le convencía mucho el sitio que tenía asignado, a mitad del tercer piso. Para mí, en cambio, un habitual del cuarto nivel, era un pequeño lujo.



Un momento del quinto acto de la ópera con Juan Diego Flórez y Venera Gimadieva en los roles protagónicos (foto tomada de la web del Festival Alejandro Granda)

La obra 

Charles Gounod era en el último tercio del siglo XIX el compositor francés más respetado. Si bien el tiempo ha matizado esa hipérbole (César Franck, Camille Saint Saens y Gabriel Fauré han sido reivindicados y hoy son, con justicia, mejor considerados) Gounod encarnaba corrección y el buen gusto de su tiempo. Es cuidadoso con la técnica y un melodista inspirado. En el género de la ópera, su Fausto es una obra excelente.

Ilustración que reproduce los decorados de la obra en su estreno en el Teatro Lírico de París en 1867. Se trata del acto III donde se llevan a cabo duelos de espadas y durante el que el personaje de Romeo es desterrado. El grabado es de Edouard Riou. Imagen: Wikimedia commons.

Ya estaba cerca de su retiro cuando fue tentado por un proyecto aparentemente imposible: Operizar la famosa pieza de Shakespeare, cosa que logró dándole muchísimas licencias sus libretistas. El resultado es desigual. A medio camino entre la grand opera y la opera comique, el Romeo de Gounod fuerza la historia original para meterle, como sea, escenas de ballet (indispensables para las convenciones parisienses de mediados del XIX pero totalmente gratuitas hoy) y alguna escena de masas. Estas intervenciones no fueron afortunadas y son en parte culpables de la irregularidad de la obra. Abundan las necedades y personajes de relleno (Stephano) y unidimensionales (Capuletto) y no faltan las situaciones absurdas. Por ejemplo, cuando Tebaldo es herido de muerte, le pide a Romeo como último deseo que permita que Julieta se case con un tal Paris... ¡Cualquiera hubiera pedido venganza o alguna cosa más intensa! Se va a morir ¡y está pensando en tonterías ajenas! Y para colmo la mayoría de personajes parecen de cartón. Falsasos. Entonces, ¿cuál es la gracia? Que cuando los dos protagonistas se encuentran en escena Gounod les regala una intachable partitura: Una música apasionada, con melodías llenas de modulaciones que subrayan las palabras de manera coherente y pueden hacer que se te mueva el piso. Si sumas a eso un par de arias espectaculares y cuentas con una buena interpretación tienes un éxito asegurado.

En una carta a su esposa, el compositor confesó que se había sentido rejuvenecer escribiendo esta música. La obra, estrenada en 1867, cosechó un gran éxito de público, aunque la crítica consideró que no cumplía la ambición ni había logrado superar a su Fausto. De todos modos reconocieron la riqueza de sus melodías, que se hicieron tan populares que se "versionaron" para diferentes instrumentos.

Mi sitio

La soprano rusa Venera Gimadieva rodeada del coro en el primer acto de la representación del GTN
Cuando asisto a estos eventos suelo preferir los lugares junto a los pasillos, porque así tengo la libertad para estirar las piernas cuando se me duermen, y para huir sin molestar a nadie si hay un cataclismo o me aburro. Pero mi butaca estaba algo metida en la fila. No estaba vacía. Una señora, bastante mayor, estaba bien acomodada ahí conversando festivamente con otras dos veteranas. La interrumpí para decirle "disculpe, pero creo que este es mi asiento".  Uno de sus ojos me miró con odio y el otro con resignación. Me sentí tan malvado despojándola de la compañía de sus compinches que le hice una contrapropuesta: Que me cediera ella su sitio (si es que no estaba allí de gorrona) y conservara el mío. Aceptó. Su sitio era mejor porque sólo estaba a una butaca del pasillo. Al rato llegó una señora más (aparentemente del mismo club de bridge) y negociamos un canje similar. Al fin yo estaba de lo más contento, en mi nuevo asiento junto al pasillo mientras las viejas cuchicheaban de lo lindo.

Esta versión

La puesta en escena (de Jean Louis Pichon) usaba una plataforma octagonal inclinada como eje arquitectónico en todos los actos e incluye un original "cuadro vivo" con todos los protagonistas durante el Prólogo de la obra (una especie de preludio con fuga donde se introduce el leitmotiv principal y donde el coro hace un innecesario resumen de la obra). Que todos los Capuletos vistan de rosado y los Montescos de azul y que los primeros no reconozcan a los segundos sólo porque tienen una máscara sobre el rostro, puede parecer estúpido. Pero el guión tampoco ayuda con la verosimilitud así que supongo que al director de escena hizo uso de esa licencia para diferenciar mejor a los dos bandos que la historia enfrenta, especialmente teniendo en cuenta que deben combinarse e interactuar en escenas de fiesta y de combate. La Orquesta Sinfonía por el Perú estuvo impecable bajo la dirección del venezolano Manuel López Gómez. A diferencia del resto de orquestas peruanas sus metales estuvieron perfectos (aunque, claro, Gounod no exige lo que un Mahler o un Sibelius).

Juan Diego Flórez y Venera Gimadieva durante el cuarto acto (otra foto desde mi sitio... pero en vivo se veía super bien, lo que pasa es que la cámara de mi cel es una c... ). El duetto les salió perfecto y fue de lo mejor de la noche.
Si bien lo he oído muchas veces, era la primera vez que veía en vivo a Juan Diego Flórez. Realmente el tipo es un espectáculo. Su voz no duda ni un instante, su fraseo es impecable, su registro medio es perfecto y modula la voz de manera teatral con una soltura insultante. Su Ah, leve-toi soleil destrozó (en el buen sentido de la palabra) el teatro. Como si esto fuera poco es un actor competente, aunque el papel que le tocaba no exigía demasiado (salvo la escena de la batalla en el tercer acto, en que se debe cantar mientras Romeo se agarra a espadazos con Tebaldo). Venera Gimadieva también mostró solvencia. Su voz tampoco vibra (aunque en algún momento la orquesta se la comió) y su vals del primer acto (Je veux vivre) fue perfecto. Sabe transmitir emoción sin descuidar la difícil línea vocal en el único momento en que Gounod le otorga cierta complejidad psicológica a su papel: El aria de la poción (Dieu! quel frisson court dans mes veines?) al final del cuarto acto. Los duetos del segundo y del cuarto acto entre Florez y Gimadieva fueron de un nivel superlativo  y debo reconocer que rara vez he escuchado algo de esa calidad en nuestros teatros.

A la altura de las circunstancias estuvieron los también rusos Alexey Lavrov (barítono) como Mercucio (aunque se la pasó correteando de aquí para allá... ¿en qué obra creía estar? ¿en West Side Story?) tanto en el canto (impecable en la tontísima e innecesaria Canción de la reina Mab) como en la actuación, donde fue el mejor; Pero me parece que estuvo mejor el bajo Sergey Artamonov, en su breve pero imponente papel como Fray Lorenzo, ese inepto conspirador que le arruina, sin querer queriendo, la vida a los protagonistas.

Charles Gounod (1818-1893)
De entre el resto de intérpretes la mezzo peruana Josefina Brivio cumplió en el pequeño rol de Stephano (un personaje de relleno, intrascendente, cuya función es provocar una pelea y cantar el aria Que-fais tu) y también estuvo bien el tenor Juan Pablo Marcos en el poco exigente papel de Tebaldo.

Tiene una breve participación un grupo de parejas del ballet nacional (una danza simplona en el primer acto, que sirve de marco móvil a la fiesta de los Capuletto). El Coro Nacional, dirigido por Javier Súnico, muy solvente. Todo lo demás bien, salvo los consabidos tosedores (esos que se esperan los silencios o los momentos en que la música está en pianísimo para descargar sus flemas), un idiota que cada dos por tres desempaquetaba unos caramelitos para comérselos en plena función y una parejita que se la pasó intercambiando risitas durante todo el espectáculo. Pero bueno, eso es "parte de".

Otrosí digo

Dejo para terminar, un video del primer fragmento que escuché de esta ópera hace muchos años y que me hizo en su momento apreciar la música de Gounod. Es una versión del dúo del cuarto acto Va! je t'ai pardonné - Nuit d’hyménée con el gran tenor Alfredo Kraus y la soprano Catherine Malfatiano. El video es de la Gala de Aniversario por los 100 años del MET de Nueva York en 1983. En esta escena la pareja está en la cama esperando el amanecer para separarse pues Romeo debe partir al destierro (sí, ya sé que en este video están de pie y con ropa de gala pero es una versión de concierto, genio, ¿qué esperabas?). El canto de una alondra (en el minuto 4:50, eso que parece un ringtone pero es una flauta) les indica que ya es la hora de que Romeo se vaya. Ella le dice que no es la alondra sino el ruiseñor, el confidente del amor. (qué huachafería por dios, felizmente no sé francés) . Romeo duda y declara, necio y heroico, que quiere quedarse aunque se exponga a la muerte por ello. Julieta se retracta y le pide que se vaya para salvarse (algo como "ok, ok, sí es la alondra, debes irte"). Ese tira y afloja dota a la escena de gran emoción porque ninguno quiere separarse. Hacia el minuto 8:36 ya se han resignado, y Romeo dice que algún día recordarán felices el tormento que están viviendo. Entonces empieza la parte más bonita del dúo, la despedida:

Il faut partir, hélas!
Il faut quitter ces bras
Où je te presse,
Et t'arracher à cette ardente ivresse!
 
(¡Es necesario partir, ay de mí!
¡Es necesario dejar estos brazos
con los que te estrecho,
y arrancarte de esta ardiente embriaguez!) 
Romeo se va (bueno, aquí Kraus solo se aleja un poco). Esta video es oportuno porque unos salvajes (los hay en todas partes) interrumpen el número con sus aplausos antes de que termine. Es cierto que el dúo técnicamente ya terminó pero ella aún debe rematar el número con una brevísima e intensa oración en la que le pide a los ángeles que cuiden a su amado. De inmediato las cuerdas de la orquesta tocan el triste tema principal de la obra para terminar (ahora sí) la escena. No tiene pierde porque tanto la música como la interpretación son soberbias. Ahí va:




Bonus tracks

Otra versión de concierto de nuestro primer tenor (que sí ha cantado partes aisladas de esta obra antes del estreno, pero nunca una versión completa) de la convencional pero bonita aria de Romeo del segundo acto. Fue en un concierto en Alemania el 2008. Me parece que el último sábado en Lima la cantó aún mejor. Flórez está poco a poco incorporando el repertorio de Krauss lo que me parece magnífico.



Y, para cerrar con broche de oro, una versión (esta vez sí representada) de la exigente aria Dieu! quel frisson court dans mes veines? con la que termina el cuarto acto. El padre Lorenzo le ha dado a Julieta una poción que supuestamente la hará parecer muerta durante un día (este cura se las trae) y luego despertará, única esperanza para que pueda liberarse de sus compromisos familiares y reencontrarse finalmente con Romeo. La protagonista duda, teme que el brebaje no funcione, e incluso cree ver el fantasma de su primo rondando por ahí para disuadirla. Al fin bebe. Canta la estupenda Ana Netrebko. 



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