Apuntes de lectura sobre Guerra y Paz.
A
diferencia de lo que pasa cuando ves película o escuchas música, en un libro tú pones la velocidad. Puedes regular el flujo, el ritmo, la intensidad de lo que se te va metiendo en el cerebro mientras lees. No solo poner "pausa" las veces que quieras sino, sobre todo, rebobinar una escena
de una manera que jamás podría ocurrir en un video. Porque cuando relees, pudes "ver" la escena de una manera distinta a como la imaginaste la
primera vez. Con otros colores, otros ruidos de fondo, otra temperatura ambiental, con más o menos luz, con un olor particular, con las voces de los personajes más agudas o más roncas, más sensuales, mas odiosas... Y puedes hacer todo eso sin el texto deje de ser el mismo que leíste hace un rariro. Incluso puedes darte el lujo de retirar el libro de tu vista y quedarte mirando a la pared, o a la ventana o a la nuca del pasajero que sentado frente a ti en el bullanguero microbús que te lleva a otra horrible jornada laboral. Y pensar en la escena y reimaginarla desde otro ángulo o punto de vista y verte dentro de ella y participar de su paz o su violencia. Lo mejor de
todo es que esa pausa para volar no es una interrupción a tu
lectura. Es parte de ella. Es el poder libro, que coloniza el
espacio que hay afuera de él, inundando -a veces por un raro, a
veces para el resto de tu vida- el mundo real.
No he leído todo lo que quisiera. Y, mucho menos, todo lo que debería. Pero he tenido la suerte de experimentar esas
sensaciones varias veces en libritos memorables. Pero admito que nunca me había pasado tantas veces con un solo libro. Hasta que leí este.