Cuando era niño alucinaba con el depósito de dinero de Rico Mc Pato: Una inmensa piscina que, en uno de sus lados, tenía un trampolín desde donde el personaje se lanzaba y se zambullía para nadar, literalmente, entre sus millones de monedas. Ese fue el primer arquetipo de avaro-tacaño-enfermo-del-dinero que habitó en mi mente. Más tarde leí de Tolkien las historias de los dragones Smaug y Glaurung a los que les encantaba destruir países enteros solo por el gusto de reunir todos los tesoros disponibles y echarse de panza sbre ellos para dormir la siesta. Otros personajes, que he podido conocer en otras obras de ficción o en el cine, no han podido superar en angurria a esos arquetipos... Hasta que leí Eugenia Grandet (1833)
Es un lugar común decir que los buenos libros
tienen la virtud de arrastrarte hacia la trama y hacerte vivir parte de
ella. Pero hay ocasiones en que ocurre un curioso fenómeno inverso: Es uno
mismo el que trae la trama hacia su propia vida, pero no hacia su pasado
si no a lo que está viviendo en esos momentos. No es, en ese caso, un
mérito mágico del autor, sino un problema psicológico rebuscado ejercicio lógico que hace uno mismo como lector. Como si quisieras creer que desde las
páginas del libro resuena una voz, (en tono misterioso y con mucho eco) que te dice: Sé lo que estás pensando, sé lo que quieres hacer. Y, para colmo, agrega: Y también sé como va a terminar "eso"... Sí, la sensación es cuando menos, inquietante...
Pues bien, Honoré de Balzac (1799-1850) me ha contado, hace pocas noches, un pedacito de mi propia vida. Sí, ya sé, me vas a decir que ese ilustre señor lleva siglo y medio muerto y que, aún si aceptáramos que su alma deambula ociosa por la Lima de 2015, lo más seguro es que tendría cosas mas interesantes que hacer que ocuparse de un tipejo como yo. Y no, tampoco es que yo me haya encontrado un objeto mágico capaz de traerme la fortuna (aunque mataría por eso), que es en esencia de lo que trata su novela La Piel de Zapa, que acabo de terminar de leer.
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Autor
Pablo Ignacio Chacón
Soy autor de "Los perseguidores" (cuentos) y "Juanito Trapelas" (microrrelatos). En 2017 gané el Concurso de Microrrelatos de la Casa de la Literatura Peruana. Fui finalista en el Concurso Internacional de Cuento Juan Rulfo (2011), el Concurso Bonaventuriano de Cuento de (2015) y dos veces en la Bienal de Cuento Premio Copé (2000 y 2022).
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