De cómo probé el peor sitio de nuestro mejor teatro y de cómo escuché una ópera que no vi.
Si no quieres gastar mucho dinero para escuchar un concierto en el Gran Teatro Nacional bien puedes comprar un ticket para una de las butacas laterales del cuarto piso, ésas que ofrecen sólo una vista parcial del escenario. Pero si además de escuchar quieres ver, ya no es tan buena idea. La butaca está orientada hacia al frente y tienes el escenario al lado, por lo que para mirarlo hay que girar la cabeza y asomar medio torso sobre la barandilla. Si, para colmo, el espectáculo al que asistes es un ópera en un idioma distinto al tuyo y quieres leer los sobretítulos con la traducción simultánea que se proyectan sobre el escenario, piña, no podrás, porque el armazón que sostiene las luces está ubicado entre tu sitio y los títulos.
Si no quieres gastar mucho dinero para escuchar un concierto en el Gran Teatro Nacional bien puedes comprar un ticket para una de las butacas laterales del cuarto piso, ésas que ofrecen sólo una vista parcial del escenario. Pero si además de escuchar quieres ver, ya no es tan buena idea. La butaca está orientada hacia al frente y tienes el escenario al lado, por lo que para mirarlo hay que girar la cabeza y asomar medio torso sobre la barandilla. Si, para colmo, el espectáculo al que asistes es un ópera en un idioma distinto al tuyo y quieres leer los sobretítulos con la traducción simultánea que se proyectan sobre el escenario, piña, no podrás, porque el armazón que sostiene las luces está ubicado entre tu sitio y los títulos.
Pero, por supuesto, también hay ventajas. Una muy relevante para tipos cascarrabias como yo es que, desde ahí estás prácticamente solo y no tienes que escuchar los atoros, ataques de tos, gorjeos, murmullos, estornudos, risitas y demás linduras a las que son aficionados muchos espectadores de los conciertos de música clásica. Pero la ventaja más clara es que en los espectáculos menos baratos (como por ejemplo éste, el Festival de Ópera Alejandro Granda) en vez de gastarte los 90 soles que te cuesta la butaca en la zona central del cuarto piso (o los 450 de la platea baja, si quieres pagarlos) abonas sólo 30 ... con los bemoles mencionados. No es buena idea si vas a ir acompañado. Pero para los melómanos amarretes (¿no se les ocurre de quién hablo?), no está mal. Más aún si no te quieres perder una puesta en escena de Lucia de Lamermoor, la más famosa ópera de Donizetti, con un elenco bastante competente. En resumen: Algo que bien vale una tortícolis.
En verde la butaca A64, que escogí. Tambien se muestra el área del escenario que logras distinguir como máximo |
La ópera
Esta es una trillada historia (basada en una famosa novela de Walter Scott) ambientada en la Escocia renacentista y que puede resumirse así: Lucia y Edgardo pertenencen a dos familias rivales pero se aman. Enrico, el hermano de ella, un malísimo, le hace creer a Lucia que Edgardo la ha traicionado. Luego Enrico la convence de que se case con cierto tipo platudo que salvará a su familia de la ruina. Ella, con el corazón partío, acepta. Inmediatamente después de la boda aparece Edgardo, indignado por lo que cree es una traición de Lucia. Celoso, la maldice. Ella se vuelve loca y en la noche de bodas mata a su nuevo marido (que no tenía la culpa de nada) y, en una escena surrealista, se pasea en medio del banquete nupcial con su camisón manchado de sangre y diciendo incoherencias. Luego se enferma y se muere. Edgardo se entera de lo ocurrido y decide matarse. Fin. Lindo, ¿no? ... Pero si le pones a todo eso una de las partituras más inspiradas de Gaetano Donizetti, un par de arias desgarradoras, y especialmente ese excepcional número de conjunto que es toda la secuencia de la boda (en la que aparece el sexteto más famoso de la ópera italiana: Chi mi frena in tal momento) y si, además, cuentas con una soprano corajuda, un tenor lírico que actúa bien y un barítono de voz noble, puedes conseguir un resultado impactante, aún con una orquesta modesta.
Si bien en su tiempo Lucia de Lamermoor fue considerado como "uno más" de los melodramas del prolífico Donizetti (que compuso 75 óperas en 30 años), luego de la muerte de su autor se convertiría en su obra más célebre y representada y casi en un tour de force para toda soprano que se respete.
Gaetano Donizetti (1797-1848). Imagen tomada de http://www.ricordi.it |
Pues bien, eso fue lo que vine a ver (bueno, a oír, porque desde ese sitio...) en este montaje del Festival Alejandro Granda, para el que compré una entrada con tanta anticipación que casi olvido la fecha.
Hubo dos presencias notables en la escena. En primer lugar la soprano Jessica Prats, en el papel de Lucia. Ella posee una línea vocal clara y de gran potencia en los agudos y se mostró muy creíble como actriz. En la famosa Escena de la Locura los invitados a la boda ven cómo Lucia irrumpe en escena ensangrentada (después de haber matado a su marido) y empieza a cantar un largo monólogo (Qui di ... Il dolce suono) en el que ella declara estar casada con Edgardo. En este pasaje, muy exigente, la soprano tiene que sostener una especie de "duelo" con una flauta que entona breves melodías y que ella va imitando. Las acrobacias vocales hacen que la concentración de la intérprete esté enfocada en el canto y no en la parte actoral. Pero no fue el caso de la Prats que convenció en ambos terrenos, arrancando justificados bravi del respetable. Su presencia escénica (al menos en el pedazo del escenario que pude ver, porque deambulaba de aquí para allá), fue imponente. El otro notable del elenco fue el barítono coreano Julian Kim, una voz cálida, amplia, que nunca duda. Su canto estuvo impecable durante todo el segundo acto, aunque como actor es poco expresivo y algo limitado.
Hubo dos presencias notables en la escena. En primer lugar la soprano Jessica Prats, en el papel de Lucia. Ella posee una línea vocal clara y de gran potencia en los agudos y se mostró muy creíble como actriz. En la famosa Escena de la Locura los invitados a la boda ven cómo Lucia irrumpe en escena ensangrentada (después de haber matado a su marido) y empieza a cantar un largo monólogo (Qui di ... Il dolce suono) en el que ella declara estar casada con Edgardo. En este pasaje, muy exigente, la soprano tiene que sostener una especie de "duelo" con una flauta que entona breves melodías y que ella va imitando. Las acrobacias vocales hacen que la concentración de la intérprete esté enfocada en el canto y no en la parte actoral. Pero no fue el caso de la Prats que convenció en ambos terrenos, arrancando justificados bravi del respetable. Su presencia escénica (al menos en el pedazo del escenario que pude ver, porque deambulaba de aquí para allá), fue imponente. El otro notable del elenco fue el barítono coreano Julian Kim, una voz cálida, amplia, que nunca duda. Su canto estuvo impecable durante todo el segundo acto, aunque como actor es poco expresivo y algo limitado.
Los mejores de la noche, la soprano Jessica Prat y el barítono Julian Kim, durante el segundo acto de Lucia de Lamermoor. La imagen ha sido tomada de la fan page del Festival Alejandro Granda. |
En cambio no me convenció mucho el tenor Arnold Rutkowski. Me parece que la orquesta se comía su voz en varias ocasiones y que sus registros graves son su punto débil (casi inaudibles). En compensación hay que decir que su actuación fue bastante convincente. Mejor estuvo el bajo Marco Mimica en el rol de Raimondo (un clérigo amigo de todos que trata sin lograrlo de evitar todos los conflictos), con una voz cálida y limpia. Los secundarios no desentonaron.
El Coro Nacional estuvo irreprochable (como últimamente nos tiene acostumbrados). Se nota que son los que más se divierten. La orquesta, dirigida por el venezolano Carlos Izcaray cumplió (se lució en el elecrizante inicio de la última escena que es, por cierto, la sección que más me gusta de esta ópera) aunque experimentó nuestros clásicos problemas en los metales cuando tienen que tocar de manera tenue .
El Coro Nacional estuvo irreprochable (como últimamente nos tiene acostumbrados). Se nota que son los que más se divierten. La orquesta, dirigida por el venezolano Carlos Izcaray cumplió (se lució en el elecrizante inicio de la última escena que es, por cierto, la sección que más me gusta de esta ópera) aunque experimentó nuestros clásicos problemas en los metales cuando tienen que tocar de manera tenue .
La puesta en escena es minimalista pero convencional. Los vestuarios (salvo el de Edgardo que parecía quedarle grande) muy vistosos, en especial los tocados de las damas del coro (en contrapartida lucían tristes y desangelados los del coro masculino en la Tercera escena del tercer acto). Un rasgo notable de la dirección teatral es que en el segundo acto en el que los miembros del coro fungen de invitados a la boda se logró que éstos no parecieran una masa uniforme de cantantes sino una serie de personajes con cierta personalidad, dándole verosimilitud. En cambio el "pre-duelo" (Acto III Primera Escena) entre Enrico y Edgardo me pareció innecesario desde el punto de vista dramático (es absurdo que crucen espadas cuando están negociando su pelea al día siguiente... Para tal caso que se maten de una vez ahí mismo y no posterguen nada) y de ejecución torpe. Debo admitir, en todo caso, que quizá ocurrieron cosas notables en la parte alta de la escena y me las perdí porque desde mi ubicación eran invisibles.
Otro sí
Copio dos videos que muestran dos de mis escenas favoritas, en otros montajes.
Primero el final el famoso sexteto en un montaje del MET. La producción es audaz. No sólo ha realizado un montaje con ambientación decimonónica sino que le ha dado realismo a una escena que no lo es. Sucede que cuando Edgardo irrumpe en la boda todos se quedan paralizados y empiezan a cantar lo que a cada uno le dicta sus pensamientos ("Qué me frena en este momento?"). Eso funciona en la ópera pero no en la vida real. Para justificar esa parálisis el director ha construido una sesión de fotos de la boda. El resultado es maravilloso. El elenco es de primera (Natalie Dessay es Lucia, Josep Calleja es Edgardo, Ludovic Tezier es Enrico y Kwangchul Yuon es Raimondo)
Y luego el final de finales, un video un poco más antiguo con el grandísimo Alfredo Kraus como Edgardo. Si bien el audio y el video no son de la mejor calidad, la interpretación es soberbia. Es lo que ocurre con Edgardo cuando se entera que Lucia ha muerto y decide suicidarse, aunque Raimondo (interpretado aquí por el gran Samuel Ramey) y el coro tratan de disuadirlo.
Otro sí
Copio dos videos que muestran dos de mis escenas favoritas, en otros montajes.
Primero el final el famoso sexteto en un montaje del MET. La producción es audaz. No sólo ha realizado un montaje con ambientación decimonónica sino que le ha dado realismo a una escena que no lo es. Sucede que cuando Edgardo irrumpe en la boda todos se quedan paralizados y empiezan a cantar lo que a cada uno le dicta sus pensamientos ("Qué me frena en este momento?"). Eso funciona en la ópera pero no en la vida real. Para justificar esa parálisis el director ha construido una sesión de fotos de la boda. El resultado es maravilloso. El elenco es de primera (Natalie Dessay es Lucia, Josep Calleja es Edgardo, Ludovic Tezier es Enrico y Kwangchul Yuon es Raimondo)
Y luego el final de finales, un video un poco más antiguo con el grandísimo Alfredo Kraus como Edgardo. Si bien el audio y el video no son de la mejor calidad, la interpretación es soberbia. Es lo que ocurre con Edgardo cuando se entera que Lucia ha muerto y decide suicidarse, aunque Raimondo (interpretado aquí por el gran Samuel Ramey) y el coro tratan de disuadirlo.
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