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El sueño (húmedo) de Abraham


Me han espoileado Drácula toda la vida. La culpa es, en primer término, de las películas: La de Coppola la he visto cinco veces, fascinado. La de Murnau, dos (Datazo: No vean la versión sin musiquita porque parece durar el doble de tiempo). La de Herzog, también dos (esa sí da miedo). Y, claro, también esos bodrios efectistas con Christopher Lee en donde el único interés radicaba en responder a la pregunta de rigor: ¿Cómo lo matarán esta vez? También han puesto de su parte los dibujos animados: Hay un capítulo ya-no-ya de la Pantera Rosa en el que esta se refugia en el castillo de un vampiro (y al encontrar el ataúd en el sótano hace un hueco y lo entierra, para estupor de todas las ratas y la ira del vampiro). Ah, también está el Conde Pátula, que vivía con su nana. Y los videojuegos (me envicié con  el Castelvania de Super Nintendo en una época, uno de los pocos juegos yucas que logré ganar), los disfraces de Halloween, el Conde Contar... En fin... Por todo lados hay vampiros. Incluso, a veces, se "te aparece alguno" en la vida real (no, no voy a hablar de ti). Pequeña historia: Hace siglos trabajaba en el Centro Cívico, cuando todavía era una ruina mugrosa llena de oficinas de gobierno y no el infame centro comercial que es ahora. A veces, cuando salía muy tarde por la noche y recorría ese pasadizo largo al aire libre que conecta Garcilaso con Paseo de la República, miraba hacia las altísimas columnas de concreto y ahí veía, revoloteando, unos murciélagos pequeños, haciendo esos movimientos angulosos tan distintos -y, por eso, tan perturbadores- de los de las aves... Una vez uno de ellos bajó hacia donde yo estaba y, aunque sabía de sobra que era un bicho herbívoro o insectívoro, "algo", muy primitivo, muy infantil, me estremeció. Y, aunque no lo hice (porque me reí nervioso de solo pensarlo) se me ocurrió que debería taparme el cuello... Uf, ya, por fin confesé ese trauma que me torturaba.

Así, resulta curioso cómo algunas obras literarias, que nunca has leído, pero que han inundado la cultura popular de manera gradual y poco obvia, pueden tener influencia en tu modo de ver al mundo (y a unos inofensivos animalitos, tan escasos en Lima como los políticos honestos). Pienso que Drácula es un pedacito (entre millones) de mis traumas y de mis fantasías, por lo que leer el best seller de Abraham (Bram, para los amigos) Stoker podía ser algo así como indagar en uno mismo...




Para variar estuve tomando notas mientras leía (sobre estrategias narrativas, construcción de personajes y algo de información sobre el origen del asunto). Voy a tratar de desarrollarlas un poco por aquí.


La comunidad de la estaca

Mezcla de los géneros policial, de horror y de aventuras, en Drácula pasan demasiadas cosas. Casi todas, a pesar de su extravagancia, resultan "creíbles". Aquí hay una inteligente y gradual dosificación de información del autor al lector, algo que requiere una planificación esmerada. No es una novela perfecta ni un prodigio de escritura, aunque quizá esa impresión se deba a la traducción que leí, poco sutil, carente de lenguaje simbólico (que, cuando aparece, está lleno de referencias cristianas), abusivo con ciertos adjetivos (las palabras "horrible" y "diabólico" deben aparecer unas diez mil veces) pero que contiene, para compensar, descripciones convincentes de gestos y espacios.

Sus personajes son más interesantes por fuera que por dentro. Se reparten en dos bandos muy convcencionales, ya saben, buenos y malos. Los primeros están capitaneados por esa suerte de Gandalf victoriano que es el profesor Van Helsing (líder, referente espiritual y hasta "médico-brujo" de la comunidad de la estaca), que con su visión desprejuiciada del mundo y su curiosidad resulta imprescindible para el progreso de la cruzada que encabeza (esto es: clavarle una estaca a todos los vampiros que se pueda). Apoya a y se apoya en un conjunto de personajes más bien planos: Almas nobles, desinteresadas, morales, cristianas... Un grupo aburridísimo, aunque su descripción prometa otra cosa (un noble ocioso, un médico que estudia locos, un aventurero amante de las escopetas, un abogado misio con ganas de hacer fortuna y una profesora de escuela que se codea con la aristocracia) . Salvo una que otra discrepancia menor, que siempre se salda con una reconciliación inmediata, este grupito de gente buena tiende a la concordia y a la unanimidad. Por si fuera poco sus integrantes poseen (o adquieren durante el transcurso de los acontecimientos) mucho dinero y el control completo de sus horarios y tiempos. Así pues son seres privilegiados que pueden (porque quieren) dedicarse por entero a la aventura en la que se embarcan. Eso puede ser ventajoso para la marcha de los acontecimientos pero resulta problemático para empatizar con ellos porque, cuando la gente tiene la vida resuelta, paerecen extraterresrtres más que humanos. Y aunque los ricos también lloran, aquí lo que los golpea no son los sinsabores de la normalidad (celos, desamor, venganza, poder etc) si no un monstruo sobrenatural. Así, cualquiera, Bram. Claro que al principio hay una excepción, la pareja protagonista (Johnatan y Mina), cuyos diarios revelan sus temores y esperanzas de una forma más natural. Pero eso ocurre mientras Johnatan es un empleado. Una vez que adquiere fortuna (al promediar la novela) ambos pierden profundidad.

El Profesor Van Helsing, arquetipo del caza vampiros.
Ilustración de Phillippe Druillet para una edición de Drácula de 1968


Así las cosas no es de extrañar que los "malos" sean mucho más interesantes: Drácula, a pesar de que nunca muestra sus cartas y de que ostenta un poder misterioso y terrible, logra ser descifrado en toda su complejidad por la astucia combinada de Mina y de Van Helsing. El poder del vampiro es enorme, sí, pero también lo son sus miedos, aunque se cuide de esconderlos bien. Aunque no puede morir, se muere de miedo porque sabe bien que no es invencible. Su peor pesadilla es que los demás lo sepan: Su inmortalidad depende de un sinnúmero de "reglas", precauciones y rituales a las que está atado como un prisionero a su cepo. Enemigo de la tierra limpia, de las masas de agua, de los símbolos cristianos, dependiente absoluto de la posición del sol en el cielo y de la vecindad de los reductos seguros que debe distribuir a su alrededor para sobrevivir, ser Drácula parece más una maldición que un beneficio: Todo le es hostil y asesino. Le está vedado ser negligente, relajarse, "vivir" la "vida". A medida que vamos descubriendo sus vulnerabilidades, su personaje crece, aunque de una manera singular: Mientras más malvado y odioso se revela, al mismo tiempo, más vulnerable se ve. El otro "malo", Renfield, el orate come-insectos del manicomio, también lo pasa mal por causa de los dilemas morales que lo atormentan, entre su ambición de poder y la latente humanidad que asoma la cabeza de vez en cuando entre el marasmo de su psicopatía.

En medio de ambos bandos aparece el más fascinante de los personajes: Lucy Westenra. Es la única que logra mostrar su alma al desnudo y se permite el desliz de ser más humana ("es una pena que una mujer no pueda casarse con tres hombres al mismo tiempo", dice, por ejemplo), al menos "mientras esta viva". Símbolo sexual por excelencia, con unas ganas locas por vivir, sucumbe contra su voluntad al voraz apetito del conde que la convierte en un ser condenado a una existencia inmortal y desgraciada. El moralista Stoker, en todo caso, la trata con severidad, como si su único "pecado" (admitir sus emociones y pulsiones) mereciera el peor de los castigos en una sociedad patriarcal y represiva.

La lenta inmersión

A primera vista la sinopsis resulta ridícula: Un viejo medio loco que tiene superpoderes (controla a la bestias, al clima, interactua con los muertos, tiene super fuerza) amenaza a la humanidad con crear una raza de seres inmortales y malditos y un grupo de ricos victorianos hace lo posible para detenerlo. Lo mínimo que cabría exigir como lector ante una premisa semejante es que el autor sea capaz de convencerte de que todo eso, dentro del mundo que ha creado, funciona. Es decir, que el desvarío resulte coherente y verosímil. Hay una regla no escrita en la literatura y el cine fantásticos: Mientras más cosas raras metas (y Stoker mete un montón) más difícil hacer que funcione. Pero Stoker lo logra. Laborioso, estratégico, el escritor irlandés se toma su tiempo para preparanos para los múltiples giros de la trama, a fin de que terminemos aceptándolo todo. Ya desde el inicio nos deja claro que "algo" raro pasa: A medida que Johnatan Harker se adentra en el país que visita por un tema de negocios, que los naturales se muestran cautelosos con su itinerario de viaje, que el ambiente va "cambiando" mientras más se va acercando a su destino, el lector puede adelantarse a las conjeturas del mismo personaje y estar listo para algo extraordinario que, no sabe qué es, pero que sabe que ocurrirá. Una trama como esta, repleta de giros, no soportaría que todo sea brusco.
Almorcé magníficamente. Cuando terminé, busqué con la vista una campanilla para advertir a la servidumbre que podían retirar la mesa, pero no vi ninguna. Si se consideran las pruebas evidentes de riqueza que hay por todas partes, resulta extraño comprobar que faltan varios objetos sumamente sencillos. El servicio de mesa es de oro, admirablemente cincelado, y, sin duda alguna, de gran valor. Los cortinajes están confeccionados con los más valiosos tejidos, los más suntuosos, así como la ropa de cama y las tapicerías de los muebles. Estos, aunque tienen varios siglos de antigüedad, se conservan en muy buen estado; he visto algunos parecidos en Hampton Court (Londres), pero los de allá están, en su mayor parte, muy usados y roídos por la carcoma. Sin embargo, en todo el castillo no hay ni un solo espejo… ni siquiera en las habitaciones. Ni tan solo en mi tocador, y cuando quiero afeitarme o peinarme, he de servirme del espejito de mi maletín de viaje. Tampoco hay servidumbre… por lo menos, no he visto ningún criado...

La misma aparición de los elementos fantásticos es gradual: Primero como sombras, como brumas, como cosas que uno cree haber soñado...

Había colocado mi espejito de mano en el marco de la ventana y empezaba a afeitarme cuando, de repente, sentí una mano en el hombro y reconocí la voz del conde.
—Buenos días.
Me sobresalté, muy extrañado de no haberle oído entrar, ni haberle visto, ya que, por el espejito, veía reflejada toda la habitación a mis espaldas...

Gracias a ese gradualismo, los primeros cinco capítulos se conviertan en la quinta esencia del relato de horror, sosteniendo el suspenso y alcanzando, una y otra vez, clímax cada vez más arriesgados. Este es el primero:
Cuando el conde vio mi rostro herido, chispearon sus pupilas con una especie de furor diabólico y, de repente, me asió por la garganta. Retrocedí bruscamente y su mano tocó la cadenita de la que colgaba el crucifijo. En el mismo instante, se produjo en él un cambio súbito, y su furor se disipó tan rápidamente que apenas pude creer que hubiera estado encolerizado poco antes.
—Tenga cuidado —me advirtió—, tenga cuidado cuando se corte. En este país, esto es más peligroso de lo que cree… —Después, descolgando el espejito de la ventana, añadió—: ¡Si se ha herido, ha sido a causa de este objeto maldito! Solo sirve para halagar la vanidad humana… Es mejor deshacerse de él.
Abrió el ventanal con un solo gesto de su terrible mano, y arrojó fuera el espejo, que se rompió en mil pedazos sobre las losas del patio. Luego, salió del dormitorio sin pronunciar una palabra.
"...vi salir lentamente al conde por la ventana de su habitación, y arrastrarse por el muro
del castillo, cabeza abajo. De este modo, descendió hacia el tenebroso abismo,
con su capa desplegándose en torno suyo, como si fueran dos grandes alas... "
Ilustración de Phillippe Druillet para una edición de Drácula de 1968


Es una inmersión lenta, casi dolorosa en la oscuridad. Stoker no se apura. Sabe bien que convencerte requiere constancia. En ese mismo sentido, la cautela que tiene el Profesor Van Helsing a la mitad de la novela para intentar "persuadir" al Doctor John Seward de la verdadera naturaleza de la enfermedad de Lucy (que se está transformando en una "no muerta"), es un manual de escritura de textos de literatura fantástica. Van Helsing no interpela al personaje si no al lector.

—No me harás creer, querido John, que no tienes la menor idea de lo que pudo provocar la muerte de Lucy.
—Postración nerviosa debida a grandes pérdidas… de sangre.
—Y las pérdidas de sangre… ¿a qué se debieron?
Sacudí la cabeza negativamente. El profesor se acomodó a mi lado.
—Eres inteligente, querido John. Razonas bien y tienes un espíritu abierto, pero también estás lleno de prejuicios. No permites que tus oídos oigan y tus ojos vean, ni crees en las cosas que no forman parte de tu existencia cotidiana. ¿No piensas que hay cosas que, aunque no las comprendas, existen? ¿Que algunas personas ven lo que los demás no vemos? 

La lenta "revelación" de lo inconcebible requiere de una serie de métodos deductivos en los que participan activamente los personajes y en donde, de manera aplastante, la lógica termina demostrando lo que por principio debería ser ilógico.

El backup de Mina Harker

Otro acierto (y riesgo feliz) de la novela está en su arquitectura. A fines del siglo XIX no tenía nada de novedoso escribir una novela de forma epistolar (Todos los capítulos son anotaciones de diarios, de cartas, de recortes de periódicos o de bitácoras personales grabadas en rollos de fonógrafo). En la narración epistolar, al incorporarse diferentes voces y puntos de vista, ocurre a menudo que el narrador de una subtrama hable tangencialmente de un asunto cualquiera que el lector, oportunamente advertido por otro testimonio previo, es capaz de "reconstruir" completo, antes de que los personajes consigan hacer lo mismo. Eso puede ser muy estimulante para el lector, si es que es una novela de corte policial como esta, porque el lector puede sentir que "resuelve" los misterios antes que los personajes y quizá eso lo estimule a seguir leyendo.

Pero Stoker le da una nueva vuelta de tuerca a ese recurso. Porque la misma trama usa (se retroalimenta de), esa colección de fragmentos. Así, a partir de la mitad de la novela, cuando Mina Harker empieza a hacer acopio de las cartas y mensajes, convierte al archivo de documentos en el verdadero centro de la obra. Los personajes leen y repasan , hasta en tres ocasiones, todo lo que el lector ha leído. La novela se lee desde fuera y desde dentro. Los personajes hacen esto para encontrar en los capítulos previos "nuevas pistas" que los ayuden a vencer al malvado. Es más, como si fuera un grupo de personas que hoy trabajan con archivos en la nube, los archivos de Mina sufren "actualizaciones" a medida que nuevos elementos se van sumando al conjunto.

Plenamente consciente del rol que estos documentos tienen en el desarrollo de la "estrategia de combate" de sus enemigos, el mismísimo conde Drácula intenta destruir los papeles y rollos fonográficos (es decir: ¡intenta destruir la novela que estamos leyendo!) y por poco lo logra. No contaba, claro, con que Mina ya había "backupeado" una copia en una caja fuerte. Y luego, gracias a la relectura que los personajes hacen de esa copia, terminan por encontrar las claves que necesitan para triunfar. ¿Autofagia literaria? ¿Metaliteratura gótica? Qué se yo, pero funciona muy bien.

El villano de tus sueños 

Y acá me voy a poner un poco denso.... A ver. No está muy claro por qué soñamos. La ciencia, hasta donde sé, sospecha que soñar es una estrategia que tiene nuestro cerebro de poner un poco de orden en casa. Sería el momento en que se fija la memoria permanente y en que se "limpia" el cerebro para estar como nuevo al día siguiente. Según esta idea, cuando sueñas tu mente clasifica, sin saberlo, todo lo que constituye tu saber y tu experiencia. Así ya nada se te pierde. Todo lo que forma parte de tu personalidad se consolida en ese momento: Uno se hace soñando. Pero en ese proceso no se ordenan "tus cosas" de la misma manera como cuando ordenas tus papeles o tu ropa, cada cosa en su cajón. En el sueño, cada prenda, cada papel, cada dato, se relaciona con todo lo demás. Se equiparan y conectan cosas que aparentemente no tienen nada que ver la una con la otra: perro ladrando, tarea de matemáticas, qué buena que está, demasiado dulce, melodía parecida a la que silbaba mi papá... Los recuerdos del día y los de toda tu vida, se entremezclan en esos proceso de clasificación, produciendo "argumentos" e "historias" absurdas (los sueños locos que todos tenemos) a los que pitonisos y psicoanalistas, que son más o menos la misma cosa, le han buscado significados durante toda la historia humana. Pero parece que los sueños más extraordinarios no son "mensajes encriptados" de nuestro yo interior ni revelaciones de la divinidad sino vulgares procesos administrativos de clasificación de información. 

Pero, más allá de sus beneficios fisiológicos, el "argumento" de uno de esos sueños puede pegar, permanecer, inquietar, obsesionar. Para los que viven buscando respuestas, un sueño puede marcar la ruta que desembocará en un descubrimiento científico, la resolución de un enigma criminal o de un problema matemático. Y, por eso mismo, para los que viven de crear, un sueño puede ser un regalo. 

Stoker recibió uno de esos regalos. No surgió de la nada, por supuesto. Su sueño se nutrió de insumos que el escritor irlandés ya poseía en su memoria y que, simplemente, se recombinaron de una manera caprichosa durante su habitual sesión nocturna de aseo mental del 7 de marzo de 1890. Al respecto, como han referido sus biógrafos, anotó en un papel lo siguiente: 
Joven sale, ve unas chicas, una intenta besarle, no en los labios sino en la garganta. Viejo conde interfiere, cólera y furia diabólicas, este hombre me pertenece, lo quiero para mí
Aficionado a escribir historias góticas, Stoker encontró en su sueño el catalizador para escribir su obra maestra. Una novela que le ayudó, precisamente, a conjurar, apaciguar el impacto emocional que le causó. El momento será plasmado en su libro la memorable escena en la que Johnatan Harker se atreve a desafiar la prohibición impuesta por el Conde Drácula sobre deambular por las zonas prohibidas del castillo y, en un estado de ensueño, es asaltado por tres mujeres salidas de la nada que le resultan extremadamente hermosas. Su presencia provoca en el joven abogado "un gran malestar, un deseo intenso y al mismo tiempo un temor mortal". Ellas intentan besarlo y morderlo sin el que él pueda resistirlo pero el conde aparece de improviso y, deteniéndolas, reclama que Harker le pertenece. Aunque el proceso de escritura de la obra tuvo innumerables idas y venidas, correcciones y cambios, este "coitus interruptus" sería el único suceso de la trama que se mantuvo en todas las versiones de la novela durante su composición, lo que demuestra el peso que una pesadilla tuvo sobre el proceso creativo. La escena, además, condensa todo lo que es la novela: Lo hermoso y lo horrible conjugados, el carácter sensual de la maldad, la potente carga sexual de la oscuridad ....
Sin moverme, yo contemplaba la escena a través de mis párpados entornados, en medio de una impaciencia y un suplicio exquisitos. La rubia se aproximó, y se inclinó sobre mí hasta que pude percibir su respiración agitada. Su aliento, en cierto sentido, era dulce… dulce como la miel, y producía en mis nervios la misma sensación que su voz, pero con esa dulzura se mezclaba un deje amargo, como el olor que desprende la sangre fresca. No me atreví a levantar los párpados, aunque seguí observando la escena a través de mis pestañas, y vi perfectamente cómo la joven, arrodillada, se inclinaba cada vez más hacia mí. Sus facciones revelaban una voluptuosidad emocionante y repulsiva a la par, y, mientras arqueaba el cuello, se relamió los labios como un animal, de tal forma que, a la luz de la luna, conseguí distinguir la saliva que resbalaba por sus labios rojos y su lengua, que se movía por encima de sus dientes blancos y puntiagudos. (Capítulo 4)

Harker se queda dormido en una sala prohibida y es sorpredido por tres mujeres misteriosas.
Ilustración de Phillippe Druillet para una edición de Drácula de 1968

 ... matices homoeróticos, el desamor, la lucha de los derrotados por tener razón... 
Pero, en aquel mismo instante, experimenté otra sensación, veloz como el relámpago. El conde estaba allí, como surgido de una tormenta. En efecto, al abrir los ojos a mi pesar, vi su mano de hierro asir el delicado cuello de la joven y echarla hacia atrás con una fuerza hercúlea [...] "¿Cómo se ha atrevido a tocarlo una de vosotras?" exclamó con voz tan baja que era solo un murmullo, aunque dio la impresión de ser un látigo restallando en el aire. "¿Cómo os habéis atrevido a poner en él vuestros ojos, después de habéroslo prohibido? ¡Fuera de aquí! ¡Este hombre me pertenece! No oséis inmiscuiros, de lo contrario os las veréis conmigo.". "¡Tú no amaste jamás! " replicó la joven rubia, con su sonrisa provocativa. "¡Nunca amaste!" . Las otras dos se acercaron a la que había hablado y las tres se echaron a reír con unas carcajadas alegres, pero tan duras, tan implacables, que estuve a punto de desvanecerme. Aquellas risas resonaban como las de unas diablesas. El conde, después de inspeccionar atentamente mi semblante, se volvió hacia ellas y contestó en un murmullo: "Sí, también yo sé amar. Y lo sabéis perfectamente. ¡Acordaos..!"
Y es allí, a partir del único momento de toda la obra en donde la maldad encuentra su justificación como respuesta a la soledad y los golpes de la vida, cuando emerge el horror con una fuerza que, sin semejante preámbulo, hubiera resultado menos perturbador... 
—¿No tendremos nada esta noche? —preguntó una de las jóvenes, riendo ligeramente, en tanto que con el dedo señalaba el saco que el conde había arrojado al suelo, y que se movía como si dentro hubiera un ser vivo. Por toda respuesta, el conde sacudió la cabeza. Una de las jóvenes saltó hacia delante y abrió el saco. Creí oír un débil gemido, como el de un niño ahogado. Las jóvenes rodearon el saco, al tiempo que yo temblaba de horror.
La novela tiene otras secuencias igual de poderosas, capaces de impactar aún a quienes creían (como yo) que el cine, Pátula y los murciélagos del centro cívico ya nos los habían espoileado todo. Pienso, muy especialmente, en el tremendo diario del capitán del Démeter, el navío que lleva las cajas de tierra de Drácula a Inglaterra, una historia digna de Poe. O en la narración de la noche en que Lucy va sonámbula al mirador del cementerio. O los ya mencionados cinco primeros capítulos. Aunque el final es un poco falto de emociones (pese a que por ahí se ha hablado de un final abierto, encontrando un doble sentido en lo que se dice del hijo de los Harker) y de la planitud de muchos de sus personajes, la novela nunca decae en interés e intensidad. La chistera de Stoker está llena de ideas y es dificil aburrirse con una lectura como ésta. 

Bram Stoker (1847 - 1912)

 
Datos

  • Matemático de profesión, burócrata por necesidad, crítico eventual y, luego, administrador de un teatro, el irlandés Abraham Stoker  había escrito varios relatos de tipo gótico antes de afrontar la que sería su novela más importante. Para componerla bebió de diferentes fuentes. La más conocida es la biografía de un personaje histórico real, Vlad Drăculea, un príncipe de  la Valaquia medieval que luchó contra el avance otomano en el este de Europa y que es considerado un héroe en su país (Rumanía). Pero su mayor fama se debe a la extrema crueldad con la que trató a quienes se oponían a su poder (lo que le valió el sobrenombre de Tepes, "El Empalador", por su forma de tortura favorita). Su legendaria "sed de sangre" sirvió de sustento a historias que encontraban el origen de su conducta en las legendarias criaturas fantásticas del folclor centroeuropeo. Estos elementos se combinaron en la mente de Stoker con la pesadilla mencionada arriba. 
  •  Los críticos han advertido también la influencia de las literaturas policiales, góticas y eróticas de la segunda mitad del siglo XIX. En ese sentido se ha mencionado el método analítico de Sherlock Holmes como inspiración para el personaje de Van Helsing o el desarrollo de varios de los tópicos de Poe como la ambientación de lo "tenebroso", la temática necrofílica y hasta ideas para el final original (luego suprimido) de la novela, en el que el castillo del antagonista se "autodestruye" como sucedía con la mansión de La Caída de la Casa Usher del escritor norteamericano. También se ha señalado la deuda del autor con Mary Shelley y su Frankenstein, ya que el autor irlandés, como la inglesa, hicieron que sus historias dejaran de ser meros dramas personales para convertirlos en una amenaza global, ante la que los sienten la necesidad moral de actuar, en beneficio de algo más grande que ellos mismos. Stoker tuvo la feliz idea de combinar todos estos elementos oscuros y exóticos con otros marcadamente "ultramodernos" como transfusiones de sangre o aparatos portátiles de registro fonográfico, facilitando de esa manera la empatía de sus lectores victorianos con una historia que, de otro modo, hubiera podido resultar menos cercana y, por lo tanto, menos estremecedora. 
  •  Aunque Stoker no "inventa" al vampiro como especie literaria (mérito que le pertenence a anónimos cronistas húngaros, rumanos y alemanes de la Edad Media) ni hace la primera aproximación moderna a este tipo de personaje (que iniciaron Polidori y Byron y que inundaron las ficciones del siglo XIX) sí elabora su retrato más influyente y definitivo, como es evidente en las incontables adaptaciones al teatro, el cine, la música y las artes plásticas que ha tenido la obra. La prosa del irlandés, fluida, sensual y emocionalmente contenida, fue elogiada en su momento por Robert Louis Stevenson y Oscar Wilde (que declaró que la novela era una de las mejores que había leído). Si bien esta misma consideración fue seguida por una multitud de lectores desde su primera publicación, tardó varias décadas en convencer a la crítica especializada que, al menos durante la primera mitad del siglo XX, consideró que la obra, aunque muy entretenida, era un mero pasatiempo sin valor artístico real. El tiempo, como suele ocurrir, ha sabido hacer justicia del talento literario del autor. 
 
 
Pablo Ignacio Chacón

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