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La teoría de cuerdas


No pienses. Mantente ocupado. Sé un autómata. Una máquina sin corazón. ¿Sabes cómo puedes sacarte todo ese asunto de la cabeza? Trabajando. ¿Qué te parece si le echamos un vistazo a tu lista de asuntos pendientes? A ver... Hay que preparar una reunión, sacar la conformidad de una instalación en el ministerio, ver lo del video... ¡El video! Estás atrasado, te quedan dos días y ni siquiera lo has empezado. ¿Lo ves? Hay mucho que hacer. Problemas que resolver. Unos que sí tienen solución.

Pero enfócate. Haz un check list y vas matando una tarea a la vez, sin pausa, para pensar menos en los síntomas. ¿Que no puedes concentrarte en el trabajo? Bueno, tampoco es el fin del mundo (lo sé, lo sé), hay otros tipos de tareas... ¿cosas pendientes en casa? En tu habitación, por ejemplo. Hay mucho por ordenar allí: botar papeles, llevar los libros a los estantes, colgar bien tus camisas para que no se te arruguen, planchar las otras. Incluso —escucha esta, es buena— puedes hacerle un cambio de look a tu cuarto, para que cuando te despiertes al día siguiente te parezca que ha pasado el tiempo y que tu vida siempre fue así: distinta. Porque hay que hacer eso también: engañarse. Aquí no ha pasado nada. Haz la prueba. Cambia el foco amarillo por uno blanco,  acomoda la cama de cara a la ventana, desempolva tu guitarra rota y colócala a la mano para que lo primero que hagas en la mañana no sea ver tu celular para ver si algún fantasma te ha escrito, sino hacer algo de música porque, quién sabe, a lo mejor con tanta grieta nueva ha mejorado tu acústica interior. No. Tienes razón. Nada de música por unos días. Podrías recordar canciones... o, peor, inventarte una. Y regresará todo eso a acosarte.

Entonces ¿sabes qué es lo que sí puedes hacer? Ándate a la calle, busca a los amigos, deja el trabajo para después. Pero evita —por un tiempo por lo menos—  cierta calle, cierto chifa, cierto café, cierto tipo de cerveza, cierto tipo de postre y ciertas ideas sobre el futuro... ¿Tampoco quieres eso? Ah. Claro. Si estás pendiente de evitar las cosas te vas a acordar de todas ellas. En especial de eso que no está, pero parece estar en todas partes.

Pero, vamos, no te pongas así. No eres nuevo en estas lides. Yo te he visto en esta misma situación alguna que otra vez en el pasado. Sí, es cierto que antes eras un chiquillo impresionable y que te volviste duro y difícil de conmover... Ah, que justo eso no. Claro, eso es lo que te jode. Que a estas alturas del partido vengan a zarandearte de ese modo. ¿Cómo son las cosas, no? Caíste como un adolescente: te ablandaste, y estabas tan decidido, que avanzaste sin escudos ni precauciones, mostrando de arranque bien tus cartas, como si no hubiera alternativa porque el resto de tu vida se jugaba ahí, ahora.... Por eso eso es que al final ya no tenías ninguna carta por jugar, ni as bajo la manga, ni arma secreta. Pusiste todo. Pero está bien, pues. Las derrotas pueden perdonarse. Pero no las deserciones y tú jugaste para ganar hasta el último minuto. Así que no hay nada de qué arrepentirte. Era una oportunidad que tenías que aprovechar. Y vaya que lo hiciste.

Sí, sí, parecía que iba a ser una gran historia. No tienes que contármela de nuevo, lo has hecho mil veces ya: Se conocían hace tiempo pero nunca pasó nada. Y un buen día, cuando ya te habías olvidado que existía, reapareció. Habían pasado muchos años desde la última vez en que se habían visto. Y decidiste que esta vez no se te iba a escapar. Te mandaste con todo. Y te abrió la puerta y te dejó pasar. Y empezó a ordenarse el mundo, a aparecer lógica en el caos, a dar la impresión de que todos los caminos de tu historia llevaban hasta esa partícula de tiempo y de espacio. Entonces, ¿qué diablos pasó? ¿cómo pudo desarmarse todo de la nada? No tiene ninguna lógica. ¿Qué fue lo que hizo que...? Para. Para. No empieces de nuevo. Todas las respuestas posibles son, al mismo tiempo, falaces y certeras. Porque aquí no aplica el causa efecto ni las leyes fundamentales del cosmos. Es como la teoría de cuerdas: los hilos que unen y separan a la gente obedecen a una lógica inhumana. Son la prueba desquiciada de que magia y pesadilla son dos estados de una misma cosa.
 
No era mi idea que hablemos de esto hoy. Yo había venido a distraerte, a animarte, a hacerte olvidar todo este asunto, a recordarte que hay otras luces y otros territorios que explorar, a decirte una vez más que el universo tiene cosas mucho más interesantes que tus tropiezos. Pero tú no me dejas distraerte. Por más que quiero hacer que pienses en otros temas, me regresas a lo mismo una y otra vez, como si volver sobre tus pasos ("hubiera hecho esto", "le hubiera dicho aquello") pudiera cambiar la historia e impedir que te hagan mierda el corazón. Está bien. Quizá tú tienes razón y yo no y tu método para superarlo es el correcto. La mejor forma de lidiar con la oscuridad no sería huir de ella sino mirarla de frente, dejando que te ciegue, que te ate, que te rompa. Quién sabe, a lo mejor la puerta de salida está en el fondo del hoyo.

Entonces... Ya no intentaré distraerte. Sé un humano: si lo que necesitas es hundirte, húndete. Y si ya no puedes resistir lo que te inunda, anda, cierra tu puerta, apaga la luz, siéntate en tu silla o en tu cama, tápate los ojos con las manos y deja que todo salga y que te ahogue. Total, ya pasará. Todo pasa. No hay nada que se resista al poder del tiempo. Nada. Ni la teoría de cuerdas. Ya lo verás: tarde o temprano los físicos teóricos la reemplazarán por otra que, aunque tampoco será perfecta, en ese momento, lo parecerá. Algo total. Y suficiente.

Tú no tendrás que esperar tanto. Te lo prometo.
 
 
 
 
Pablo Ignacio Chacón

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