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El señor de los naufragios

No importa si el relato es de horror, de aventuras o de misterio: Cada vez que un personaje de Poe se sube a un barco termina empapado.

Una de las muchas escenas memorables de la Narración de Arthur Gordon Pym. El bergantín Grampus ha naufragado y sobre el casco volcado sobreviven dos miembros de la tripulación. 

Mientras leía La narración de Arthur Gordon Pym de Nantucket me resultó inevitable compararla con otras obras del mismo autor que también transcurren en alta mar. Luego de terminar, fui a releerlas y comprobé que, a pesar de las diferencias de sus tramas y más allá del escenario que comparten, son obras que pertenencen a "una misma familia" porque en todas ellas el mar es el antagonista principal, un tirano indoblegable y atroz contra el que los hombres no pueden luchar. En tres de estas historias, además, el mar funciona como el límite del mundo, una muralla que separa lo predecible de lo imposible, la sensatez de la locura. 

Una pesadilla con premio

El más antiguo de esos cuentos es Manuscrito hallado en una botella (1833). El título ya justifica las libertades que el autor puede tomarse con la trama (como dejar cabos sueltos y enigmas sin resolver porque se supone que este texto no es un "cuento" sino un manuscrito incompleto que alguien encontró por ahí). Es la historia de un hombre que sobrevive a una extraña sucesión de eventos que castigan el barco en el que viaja. La forma en que se describen los hechos es ordenada y está cargada de tensión.
El aire se había vuelto intolerablemente cálido y se cargaba de exhalaciones en espiral semejantes a las que brotan del hierro al rojo. A medida que caía la noche cesó la más ligera brisa y hubiera sido imposible concebir calma más absoluta. La llama de una bujía colocada en la popa no oscilaba en lo más mínimo, y un cabello, sostenido entre dos dedos, colgaba sin que fuera posible advertir la menor vibración. Empero, como el capitán manifestara que no veía ninguna indicación de peligro pero que estábamos derivando hacia la costa, mandó arriar las velas y echar el ancla. No se apostó ningún vigía y la tripulación, formada principalmente por malayos, se tendió sobre el puente a descansar. En cuanto a mí, bajé a la cámara, apremiado por un penoso presentimiento de desgracia. (Manuscrito hallado en una botella)
Cuando al fin estalla la crisis, el protagonista se deja llevar por los acontecimientos y no es capaz de oponer resistencia. Así, es transportado hacia los confines del mundo en donde se topará con un navío extraordinario y una tripulación de hombres viejos que lo ignoran y cuyas acciones no responden a las leyes de la lógica. El relato no se preocupa en ofrecer explicaciones. El mensaje subyacente parece ser que ante lo desconocido sólo cabe resignarse. En lo personal sólo tengo un reparo para el relato: Se supone que el clímax coincide con el momento en que el presunto viajero termina de escribir su historia... ¿cómo, en ese frenesí, pudo ser capaz de meter su manuscrito a una botella y lanzarla al mar? Ya sé, no me miren así...

Pero en su momento el cuento no tuvo objeciones. De hecho ganó un concurso literario que le permitió a Poe ganar algún renombre (y unos cuantos dólares) lo que le resultó útil al inicio de su carrera literaria. Algunos comentaristas encuentran en este relato un precursor de su única novela completa (La narración...) porque, como en aquella, la trama hace referencia a los "límites" que en esa época se creía que existían en los mares del sur .Parte del éxito de este cuento se debe a que en el momento de su publicación aún los exploradores no habían visitado la Antártida por lo que resultaba completamente tolerable que alguien se invente un escenario fantásticos en los confines del mundo. 

La garganta del monstruo

De todas las historias que comento aquí Un descenso al Maelstrom  (1841) es mi favorita y, para mi gusto, uno de los mejores relatos de Poe. A diferencia del cuento anterior, aquí el protagonista (el pescador de cabello blanco que describe su aventura al narrador) posee una gran curiosidad, fascinación por lo misterioso y ganas de descubrir, aunque se haya metido en las fauces de un fenómeno natural que puede terminar con su vida. Se trata de un remolino de características monstruosas, que se supone ocurre con regularidad en algún lugar de la costa noruega y que atrae al pequeño bote de pesca en el que viaja. 

Tal vez piense usted que me jacto pero lo que digo es la verdad: Empecé a reflexionar sobre lo magnífico que era morir de esa manera y lo insensato de preocuparme por algo tan insignificante como mi propia vida frente a una manifestación tan maravillosa del poder de Dios. Creo que enrojecí de vergüenza cuando la idea cruzó por mi mente. Y al cabo de un momento se apoderó de mí la más viva curiosidad acerca del remolino. Sentí el deseo de explorar sus profundidades, aun al precio del sacrificio que iba a costarme



Pero más allá del interés de la anécdota y de la morbosa admiración del protagonista por el monstruo, el cuento es un modelo de planificación narrativa. El relato necesita la presentación de una serie de argumentos "logicos" y "cientificos" que resultan indispensables para entender la mecánica de los objetos que se desplazan sobre el agua. Y Poe los presenta pero de manera inteligente, dosificándolos, haciendo que no estorben ni luzcan forzados porque se insertan en los momentos en que el interés del lector está en lo más alto. De esa manera el pequeño, pero necesario "bajón", no solo explica mejor lo que ocurre si no que aumenta la curiosidad del lector. El extraño remolino se describe tres veces : Primero en la mirada del testigo narrador, luego en una descripción que supuestamente aparece en un libro y, finalmente, en la historia que cuenta el pescador protagonista. Pero no hay reiteración. Cada una de las tres relaciones contiene información que complementa a la anterior y es coherente con el crescendo de emociones que marca la aventura. El recurso "didáctico" se usa de manera harto efectiva en todo el relato, sin molestar. Aquí un ejemplo:
Al principio no me di cuenta de lo que quería significar, pero un horrible pensamiento cruzó por mi mente. Extraje mi reloj de la faltriquera. Estba detenido. Contemplé el cuadrante a la luz de la luna y me eché a llorar, mientras lanzaba el reloj al océano. Se había detenido a las siete! Ya había pasado el momento de calma y el remolino del Strom estaba en plena furia!
Cuando un barco es de buena construcción, está bien equipado y no lleva mucha carga, al correr con el viento durante una borrasca las olas dan la impresión de resbalar por debajo del casco, lo cual siempre resulta extraño para un hombre de tierra firme. A eso se le llama cabalgar en lenguaje marino.
Hasta ese momento habíamos cabalgado sin dificultad sobre las olas, pero de pronto una gigantesca masa de agua nos alcanzó por la bovedilla y nos alzó con ella... arriba... más arriba... como si ascendiéramos al cielo. Jamás hubiera creído que una ola podía alcanzar semejante altura. 

Misterio a bordo

La caja oblonga (1844) también usa el mar como escenario pero su asunto central no está en la navegación, como en los otros casos, sino en el misterioso comportamiento de Cornelius Wyatt, un pasajero del barco Independence, que hace el trayecto entre Charleston y Nueva York. El narrador, que también participa en la historia, es un hombre entrometido y paranoico, que trata de comprender por qué diablos su amigo ha llevado a bordo una caja con la que interactúa de manera tan rara


Observé que el nombre de mi amigo aparecía colocado en las puertas de tres camarotes, y luego de recorrer otra vez la lista de pasajeros, vi que había sacado pasaje para sus dos hermanas, su esposa y él mismo. Los camarotes eran suficientemente amplios y tenían dos literas, una sobre la otra. Excesivamente estrechas, las literas no podían recibir a más de una persona; de todos modos no alcancé a comprender por qué, para cuatro pasajeros, se habían reservado tres camarotes. En esa época me hallaba justamente en uno de esos estados de melancolía espiritual que inducen a un hombre a mostrarse anormalmente inquisitivo sobre meras nimiedades; confieso avergonzado, pues, que me entregué a una serie de conjeturas tan enfermizas como absurdas sobre aquel camarote de más. No era asunto de mi incumbencia, claro está, pero lo mismo me dediqué pertinazmente a reflexionar sobre la solución del enigma.

Edgar Allan Poe en 1848, según un daguerrotipo de W.S. Hartshorn (imagen: wikimedia commons)
Como relato de misterio es estupendo y Poe hace en él gala de su habilidad para engañar a los lectores, sembrando pistas falsas en el camino para que todos piensen que la solución del enigma está donde realmente no está. Pero a diferencia de sus famosos cuentos policiales, aquí el escenario modifica la trama, desencadenando un naufragio imprevisto que, circunstancialmente, terminará por resolver el misterio. A diferencia de sus otras tres historias marinas, Poe apela a una claridad y concisión poco habitual en él para explicar el naufragio, acaso para no distraer demasiado al lector de la intriga principal. Pero de todos modos resulta inevitable que el mar, aunque con menos protagonismo que en los otros casos, el papel de villano invencible que Poe siempre le asignó.


Pero el huracán mantenía toda su fuerza, sin dar señales de amainar. Pronto se vio que la enjarciadura estaba en mal estado, soportando una excesiva tensión; al tercer día de la tempestad, a las cinco de la tarde, un terrible bandazo a barlovento mandó por la borda nuestro palo de mesana. Durante más de una hora luchamos por terminar de desprenderlo del buque, a causa del terrible rolido; antes de lograrlo, el carpintero subió a anunciarnos que había cuatro pies de agua en la sentina. Para colmo de males descubrimos que las bombas estaban atascadas y que apenas servían. Todo era ahora confusión y angustia, pero continuamos luchando para aligerar el buque, tirando por la borda la mayor parte del cargamento y cortando los dos mástiles que quedaban. Todo esto se llevó a cabo, pero las bombas seguían inutilizables y la vía de agua continuaba inundando la cala.

Pym y el fin del mundo

Pero, si de naufragios se trata, la Narración de Arthur Gordon Pym de Nantucket (1838) se lleva las palmas, porque está lleno de ellos. Novela de aventuras, extravagante, a veces desconcertante, tiene una primera mitad maravillosa (hasta el capítulo XIII). Hacia el final se torna caótica y, me parece, hasta descuidada. Con todas sus incongruencias, no deja de ser entretenida.

En el primer capítulo, cuando el protagonista cuenta que, en medio de una noche de copas, él y su mejor amigo deciden embarcarse en un pequeño velero por el mero placer de aprovechar unas inmejorables condiciones climáticas, el lector ya sabe que eso no puede terminar bien. Porque, a pesar de que muchas de sus historias contengan eventos extraordinarios o sobrenaturales, Poe siempre tratará de que lo que te cuenta se ajuste a las reglas de la lógica. Y ya sabemos lo que dice la lógica sobre dos borrachos que deciden salir a navegar en la oscuridad.

El primer naufragio de Pym. Ilustración de una edición ilustrada de 1898.  

Aunque la pasé muy bien leyendo este librito, tuve de recurrir constantemente al diccionario para ilustrarme sobre los términos marineros (abundantes) empleados y así no perderme el exacto sentido de cada frase. No es que sea indispensable, pues todo se entiende de manera aproximada por el contexto, pero me parece que la precisión de las descripciones lo amerita.

La poética de su autor, inconfundible, aparece una y otra vez para recordarnos que, aunque se trata de una novela de aventuras, la oscuridad siempre inundará todo. Los protagonistas están rodeados de horrores e incluso se entregan a ellos, como ocurre, por ejemplo, en aquella secuencia en la que el Grampus, ya ingobernable por la paliza que le han propinado las olas, se encuentra con un navío misterioso. Este es un pedazo de ese momento.

...el bergantín estaba a unos quince metros de nosotros, y parecía tener intención de abordarnos por la proa, para que pudiéramos pasar a él sin necesidad de lanzar ningún bote al agua. Echamos a correr a popa, cuando de repente una gran guiñada lo apartó cinco o seis puntos del derrotero que llevaba y, cuando pasaba a unos cinco metros de nuestra popa, vimos perfectamente sus cubiertas. ¿Olvidaré algún día el triple horror de aquel espectáculo? Veinticinco o treinta cuerpos humanos, entre los cuales había varias mujeres, yacían esparcidos entre la popa y la cocina, en el último y más repugnante estado de putrefacción. ¡ Y vimos claramente que no había ni un ser vivo a bordo de aquel barco fatídico! ¡Y, sin embargo, no dejábamos de gritar pidiendo auxilio! ¡ Sí; prolongada y estentóreamente rogábamos, en la angustia del momento, a aquellas figuras silenciosas y desagradables que permaneciesen con nosotros, que no nos abandonasen hasta llegar a ser como ellas, que nos acogiesen en su grata compañía! (Capítulo X)
Yo estaba enganchado con la trama y por eso me sorprendieron (y luego me molestaron) la cantidad de cabos sueltos que tenía, que, a diferencia con lo que ocurría con los temas que quedaban abiertos en otros relatos de Poe, aquí parecen gratuitos y hasta injustos con el lector. Así, aunque algunos capítulos son sólidos como una roca, coherentes e intensos, otros (como en el infame capítulo XV) el interés se hunde bajo consideraciones de tipo enciclopédico o documental que, aunque bien escritos no aportan nada al drama general (se pasa páginas describiendo los hábitos de algunos animales que luego no tienen ninguna utilidad en la trama). A veces ocurren sucesos sin justificación (el motín, por ejemplo, cuya violencia parece gratuita) o poco verosímiles (como la inexplicable presencia del perro a bordo y su repentina hidrofobia que después ya no es tal). Parece que Poe se da cuenta de ello en algunos casos y se la ingenia para "arreglarla" y dar una explicación mesurada, aunque tardía, a esas incoherencias, pero no siempre lo consigue.

Tendría lo necesario para ser un blockbuster: Suspenso, intriga, emociones y violencia a raudales. Los giros del drama son abruptos (algo que se le ha criticado pero que a mí no me molesta en absoluto) pero el autor los atempera con algunas digresiones oportunas. Incluso, cuando sabe que lo que cuenta puede resultar desagradable para sus lectores, es "considerado" con nosotros y nos previene con cortesía.

Con la mayor repugnancia me detengo a relatar la espantosa escena que siguió, escena que, en sus más minuciosos detalles, ningún acontecimiento posterior ha podido borrar de mi memoria en lo más mínimo, y cuyo horrendo recuerdo amargará todos los momentos futuros de mi existencia. Pasaré, pues, por esta parte de mi relato con la mayor presteza que la índole de los acontecimientos de que tengo que hablar lo permita. (Capítulo XII)

La Narración... está estrechamente emparanetada con Manuscrito... , especialmente por el viaje final del protagonista hacia los hielos del sur donde la temperatura ambiental sube dando espacio a curiosos espacios, animales y habitantes humanos de inescrutables intenciones. La historia se corta abruptamente en el clímax de la última aventura y deja un sabor a cosa inconclusa. Ese atrevimiento ha sido admirado y denostado por igual entre diferentes críticos de la obra y ha contribuido a su condición de libro de culto, pero también a un supuesto carácter de acertijo (pues hay quienes se han dedicado a "descifrar" sus "claves"), a su supuesta coherencia con las "teorías de la tierra hueca" (en boga a mediados del siglo XIX y que suponían que en las regiones polares hay un "hueco" que lleva a regiones subterráneas más cálidas) y a que otros escritores (como Verne y Lovecraft) hayan usado esta novela como punto de partida para sus propias fantasías.

(22/06/2016)

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