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El hombre que no encajaba

Antes de convertirse en soldado Tolstoi tuvo un primer coqueteo con las armas cuando acompañó a su hermano mayor (que era teniente) a una misión militar en el Cáucaso, al sur de Rusia. Ahí tuvo su primer encuentro con los cosacos del valle del río Terek (entre las actuales repúblicas rusas de Osetia del Norte y Chechenia) e incluso se enamoró de una mujer cosaca de nombre Marianka. Esta experiencia lo llevaría a escribir años después un texto ambientada en esa región y cuyo personaje femenino principal también se llama Marianka. Ella es uno de los vértices de un triángulo amoroso que completan un cosaco y un ruso recién llegado, que es un alter ego de autor. La novela, que es breve, se llama Los Cosacos.
Acechar y disparar, tanto en la caza como en la guerra, son las principales actividades de los protagonistas de "Los Cosacos".

La búsqueda de Olenín

El personaje principal es Dmtri Olenín, un aristócrata de Moscú que, harto de la vida y los vicios de la ciudad, decide alejarse del mundo "civilizado" para "escapar" a una nueva vida enrolándose en el ejército ruso que combate contra los chechenes en las frontera del sur del Imperio. Durante los intervalos de las campañas militares acaba en el Valle del Terek, donde se aloja en una stanitsa o aldea de cosacos. Los cosacos del Terek son una sociedad de eximios jinetes y costumbres liberales que vigilan la frontera entre Rusia y el país de los abreks o montañeses chechenos.

Olenín sentía que no encajaba en el mundo del que venía (Moscú), pero tampoco siente que lo haga en el ejército ruso. Por eso, nuevamente desencantado, se siente rápidamente atraído por la cultura cosaca a la que quiere entender y pertenecer. Admira que ahí los hombres se dediquen solo a la caza y a la guerra y que las mujeres sean libres y desenvueltas mientras permanecen solteras. La sencillez de la vida rural, la ausencia de formalidades, la libertad que se respira por todas partes y el sobrecogedor entorno natural, dominado por los picos nevados "en donde nadie ha estado" lo estimulan y seducen. 

Una vista reciente del Río Terek a su paso por la ciudad de Vladikavkaz, en la Federación Rusa. Es en esta región, entonces cubierta de bosques, donde se desarrolla la novela. Foto de Valery Novikov publicada en Panoramio-Googlemaps


Tres personajes clave

Olenín conoce a tres personajes que trastocan su modo de ver el mundo: Lukashka es un cosaco joven y gallardo al que Olenin aprecia y envidia. Su vida es vigilar con sus compañeros de armas las fronteras junto al río (en lo que ellos llaman "el cordón") y estar al acecho de los abreks que intentan cruzar hacia el lado ruso .  Marianka, es una chica recia y trabajadora, que vive con sus padres en la cabaña donde se aloja Olenín. Es una de las mujeres más bellas de la stanitsa y es cortejada por Lukashka, pese a que no tiene dinero para pedirla en matrimonio. Y luego está Erochka, mi personaje favorito, un cosaco viejo, insigne cazador, amante del vino y muy respetado por toda la aldea que dice cosas como ésta: 

Qué lástima que no me conocieses en mis buenos tiempos. Te lo hubiera enseñado todo, Hoy el abuelo ha apagado ya el fuego con que en otro tiempo hizo tanto ruido en el regimiento. ¿Quién tiene el mejor regimiento? ¿Quién tiene el mejor caballo? ¿ Con quién se puede ir a beber?  ¿Con quién ir a pasar una noche de jolgorio? ¿A quién enviar para matar a Akhmet-Khan que campea tras las montañas? Siempre Erochka. ¿A quién obsequian las muchachas? Siempre a Erochka: porque yo era un verdadero cosaco: borracho, ladrón de todo, de rebaños, de caballos en la montaña, de mujeres, gran cantador y bueno para todo. Ahora ya no hay cosacos de mi temple. Da lástima verlos. Están a la altura del suelo. (p. 76) 
Erochka se roba el show en cada una de sus apariciones, haga lo que haga: Beber, cazar, tocar la balalaika, contar historias y dar consejos. Simpatiza pronto con el extranjero y se convierte en su valedor y su nexo con el mundo de los cosacos, cuyos secretos promete revelarle a cambio de vino y compañía en la caza. Destila una sabiduría involuntaria que no tiene nada de pomposa, lo que lo hace aún más entrañable. 
Escucha lo que voy a cantar. Cuando te entierren no oirás más canciones. Diviértete ahora. (p. 142)
Mucha calma y poca acción

Aunque estas premisas anuncien una obra llena de aventuras y entretenimiento, Los Cosacos no lo es. Se trata de una novela lenta, de ritmo pausado, que discurre por entre las reflexiones existencialistas en las que se sumerge Olenín cuando se va de caza...

"Los chacales inquietos olfatean la sangre y vienen a rodar en torno mío; los mosquitos zumban sin cesar sobre mi cabeza y entre las hojas que probablemente les parecerán islas gigantescas; hay uno, dos, tres, cuatro, cien mil, millones, y todos tienen su razón de existir y de zumbar y cada uno de ellos es un yo distinto, un ser aparente como yo, Dmitri Olenín." (...) Y así llegó a creer Olenín claramente que no era un personaje ruso, miembro de la sociedad de Moscú, amigo y pariente de éste y del otro, sino tan sólo un ser viviente, un moquito, un ciervo, un faisán,, uno de aquellos que le rodeaban y a quienes perseguía. "Como ellos viviré y moriré; después la hierba crecerá sobre mi tumba" (p. 105-106)

...y las constantes explicaciones que hace el autor acerca de geografía y las costumbres locales que, de todos modos, son admirables por su concisión y claridad

El cosaco no odia tanto al indígena montañés que mata a su hermano como al soldado ruso que se aloja en su casa, pues dice que le envenena la atmósfera de la cabaña con el tabaco que fuma. Respeta al enemigo montañés y desprecia al soldado, a quien mira como un intruso y un opresor. (...) El cosaco se pasa la vida en el cordón o en expediciones militares, en la pesca o en la caza. No trabaja nunca en el hogar doméstico. Su estancia en la stanitsa es por excepción o por correr alguna francachela. Los cosacos tienen todos vino propio y la embriaguez, más que un vicio, es una costumbre entre ellos pues consideran al abstinente como un apóstata. La mujer, para el cosaco, es fuente de bienestar y sólo permite que se divierta y viva ociosa a la joven soltera, pero obliga a la casada a trabajar toda la vida por él, hasta su vejez. (p. 26)

Las partes que contienen "acción" se reducen a unas cuantas escaramuzas  fronterizas, a algunas partidas de caza y a las vicisitudes del triángulo amoroso que no tarda en establecerse entre Olenín, Luka y Marianka. 

Pero el desenlace, salva todas las objeciones. Olenín se dará cuenta (no diré cómo) de que la naturaleza y psicología de esa etnia que tanto admira y que el lector tan serenamente ha ido descubriendo junto con él, le resultan más ajenas y desconcertantes de lo que creía. En los últimos tres capítulos se cierran todos los círculos que se habían abierto. Ahí me reencontré con la habilidad de Tolstoi para golpear al lector cuando sabe que está con la guardia baja. Sólo cuando el castillo de naipes se termina de desmoronar, en el demoledor párrafo final, caí en la cuenta de que la supuesta "novelita feliz" que creía estar leyendo escondía una moraleja dura y dolorosa. 

Más información

  • Los cosacos fue publicada por primera vez en la revista El Mensajero Ruso en 1863 aunque el autor llevaba trabajando en ella desde diez años antes (de hecho lleva el año 1852 como subtítulo)
  • Las citas pertenecen a la versión que leí, de una edición barcelonesa de 1905 (de Carbonell y Esteva Editores) traducida por J.W. Bienstock y que fue escaneada por la Universidad de Nuevo León en México. Puede descargarse aquí

(15/02/2016)

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