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El soñador paranoico

Impresiones sobre una lectura de "Rojo y Negro" .

A ratos simpatizas con él, por su inocencia, por sus sueños. Pero luego lo detestas porque es malvado, egoísta y manipulador. Te cae bien, te cae mal, no lo soportas más, pero luego quieres que triunfe en sus arriesgadas aventuras amorosas, en sus intrigas laborales o políticas, en los descabellados planes que elabora cuando le da uno de sus ataques de ira, de celos o de idiotez. Esa es la relación que el lector (al menos en mi caso) desarrolla con Julien Sorel, protagonista de Rojo y Negro. Lo más curioso del asunto es que ese ir y venir de desprecio y simpatía es similar a lo que él mismo siente por todas las personas. Y es que Julien nunca se decide: Los personajes que lo rodean pueden merecer un día su devoción completa y al siguiente su odio. Son considerados por él sus amigos y enemigos con la misma facilidad, y el cambio se produce una y otra vez sólo en el trancurso de unas horas. Y ello no ocurre por lo que éstos hacen o piensan , sino por lo que él cree que hacen y piensan. Casi todo lo que hace Julien está guiado por su permanente paranoia. Nunca se entera que su único enemigo es él mismo.




Todo un personaje

A primera vista esta es la simple historia de un chico de provincias, hijo de un maderero que lo desprecia (porque prefiere leer que hacer su trabajo) y hermano de dos tipos a los que les encanta golpearlo. A los ojos de sus vecinos tiene una única característica notable: Una memoria portentosa. Y en el ambiente rural francés de inicios del siglo XIX, el hecho de que alguien pueda recitar cualquier pasaje de la Biblia de memoria y en latín es un prodigio. Aprovechando el pequeño prestigio que le confiere ese talento encontrará oportunidades para iniciar una carrera eclesiástica. Él simulará que es muy piadoso, conservador y estudioso pero lo único que desea con todas sus fuerzas es romper el maleficio de su pobreza y ascender socialmente. Su mirada está fija en el aparentemente inalcanzable mundo de los salones aristocráticos del Paris de los tiempos de la Restauración. La novela de Stendhal, que terminé de leer hace unos días, es el testimonio del errático ascenso de este personaje.

Portada de una edición de 1830 de la primera parte de la novela. La ilustración muestra a Julien, escondido detrás de una columna de la catedral de Besanzon, espiando a dos damas que han llegado a rezar, una de las cuales es su antigua patrona y amante.
El autor se las arregla para hacer que su héroe pase por un largo aprendizaje. Así empezamos viéndolo como el tutor modelo de los hijos de un alcalde, luego como el instigador del adulterio de una mujer mayor que él. Luego vendrá su etapa como estudiante -atormentado por sus profesores y compañeros- de un seminario de curas, de ahí se volverá un eficiente secretario y el confidente de un prominente aristócrata, se convertirá en un asediado bicho raro de los grandes salones de la capital. Lo veremos también como un amante colérico y apasionado, como un traidor a sus mentores, como un conspirador, como un hombre vengativo, como un delincuente. 

Aunque Julián luce el traje negro de los religiosos ("el uniforme de mi siglo" dice él) su verdadera vocación no es religiosa. Lo que él quiere es vestir las insignias rojas de la milicia y ser como su héroe: Napoléon.

Durante una porción de años se repitió Julián a todas las horas del día que Bonaparte, teniente obscuro y sin fortuna, logró hacerse amo y señor del mundo entero sin más auxilio que el de su espada. Esta idea le hacía llevaderas sus desventuras, que él creía inmensas, y centuplicaba su alegría cuando un rayo de ésta venía a visitar su alma. (p.36)

Napoléon en su exlilio en Santa Helena. La nostalgia por su imperio perdido se vertió en el texto "Memorial de Santa Helena", obra que Julien Sorel lee obsesivamente y a la que alude constantemente en la novela de Stendhal. Pintura del británico Benjamin Robert Haydon (fuente: wikimedia commons)

Pero no puede hablar de sus simpatías políticas. Cualquier adepto de Napoleón es mirado con desconfianza en el mundo en el que Julián se mueve. Por eso nunca se muestra tal cual es, ni siquiera con las personas en las que confía.

Lo cómico y lo trágico

Stendhal mete a Julien en un montón de aprietos pero éste casi siempre logra salir "ileso" de ellos, aunque más por la suerte que tiene que por su propia habilidad. Pero él siempre cree que todo lo bueno que le pasa es consecuencia de sus propios méritos y lo malo, de los defectos ajenos.

Los abundantes malentendidos hacen que, a veces, pareciera que estuviéramos frente a una comedia de enredos y no a la vasta novela de aprendizaje que es Rojo y Negro. Pero eso no es un defecto. De hecho lo que más me impresionó de esta historia es, precisamente, eso que explica los muchisimos malentendidos entre sus personajes. Porque como lectores sabemos toda la verdad: Vemos sus acciones y las comparamos con sus pensamientos. Pero los personajes, ignorantes y prejuiciosos, toman decisiones basándose en diagnósticos casi siempre equivocados de los hechos. Si los personajes no saben realmente qué está pasando es por culpa de lo que unos callan y otros suponen. Todo eso forma un coctel de incomprensión que envenena las decisiones que se toman en la historia. "Suponer" es el verdadero villano. Un buen ejemplo es esta escena de alcoba entre Julián y Madame Renal, que, aunque no quiere separarse de él, da a entender, sin quererlo, todo lo contrario.

Desde que le tuvo delante, ya no fue dueña de pensar en otra cosa que en que aquella era la última vez que lo vería. En vez de corresponder a las caricias de su amante, ella más bien parecía un cadáver animado por un átomo de vida. Si violentándose acertaba a decirle que lo amaba, hacíalo con expresión tan forzada, que casi daba motivos para que se supusiera lo contrario. Era en vano que pretendiera alejar la idea cruel de que la separación había de ser fatalmente eterna. Julián, desconfiado por naturaleza, llegó a creerse ya olvidado; expresó sus temores, y éstos recibieron por toda contestación abundantes lágrimas vertidas en silencio y apretones casi convulsivos de manos.

-¿Pero cómo quieres que te crea, Dios mío?- replicaba Julián a las protestas frías de su amante- (...)

-Soy desgraciada... muy desgraciada... creo que voy a morir. Siento como si se helase mi corazón.

Fueron estas las contestaciones más largas que Julián pudo obtener de ella. (p. 248)
Retrato de Henry Beyle, conocido como Stendhal, en un sello postal francés de 1942, conmemorativo por el centenario de su muerte. Imagen tomada de www.napoleon-empire.com/stamps/stamp-stendhal-france-1942-4-francs.php
  

La introspección
 
El autor nos mete en la cabeza de sus personajes y nos hace participar de sus meditaciones. Los monólogos interiores son, con diferencia, mucho más abundantes y ricos que los diálogos en esta obra. Gracias a ese recurso nos perdemos en los recovecos de la mente del protagonista, llena de sentencias memorables. Por ejemplo, fíjense esta  muestra de inseguridad y arrogancia:
Si quiero ser estimado por estas gentes y por mí mismo necesito demostrarles que mi pobreza podrá entrar en relaciones con su opulencia pero que mi corazón está mil leguas por encima de su insolencia (p. 109)
Y así conocemos sus arrepentimientos,
¡Yo, que tantas veces me he enorgullecido al ver que no era como los demás campesinos, hoy veo con dolor que la diferencia engendra el odio! (p.283)
la forma en que justifica sus acciones condenables,
las gentes que pasan por honradas sólo son malvados a quienes no han sorprendido en flagrante delito. (741)
sus recriminaciones ,
yo, si bien sé lo que sería capaz de hacer, nada he hecho: para todo el mundo soy, a lo sumo, un quizá." (728)
sus reproches sociales ,
Un hombre que atesora un alma noble, generosa, hubiese sido vuestro amigo, pero si reside a cien leguas distancia, toma la opinión pública como base del juicio que de vosotros forma, y como la opinión pública la crean los necios que el azar hizo nacer nobles, ricos y moderados, la consecuencia es fatalmente inevitable. ¡Ay del que descuella! ¡Ay del que se distingue! (p. 230)
o  su orgullo.
Nadie ha logrado ver las fuentes del Nilo- se decía Julián-. No ha sido concedido a ojos humanos ver al rey de los ríos en su condición de humilde arroyuelo; de la misma manera, no habrá ser humano que vea a Julián débil, sencillamente porque no lo es. (p. 726)

Dos mujeres
Catedral de Besanzon, donde transcurre uno de los eventos más memorables de la novela. En esta localidad del este de Francia se encuentra el seminario al que acude el protagonista. Imagen : Wikimedia Commons


Alrededor de ese complejísimo personaje hay una serie de secundarios notables de entre los que destacan las dos mujeres con las que el protagonista se involucra emocionalmente. La señora de Renal, un amasijo de pasiones y culpas, domina la primera parte de la novela.
De pronto brotó en su imaginación una imagen espantosa, y sus labios murmuraron con terror una palabra: ¡adúltera! Su mente le trazó la idea de todo lo que el amor tiene de más feo, de más material, de más repugnante. (p.104)

Durante la segunda parte de la novela aparece la figura deslumbrante de Matilde, hija del Marqués de la Mole. Quizá sea el único personaje tan complejo -por sus contradicciones, juegos de máscaras, indecisiones e inseguridades- como el propio Julián al punto de que sus extravagancias tienen que ser justificadas por la misma "voz" del autor en una "intervención" de antología: .
Vamos a escribir unos renglones a sabiendas de que han de perjudicarnos gravemente en la consideración de nuestros lectores. Las almas de hielo nos acusarán de poco convenientes, pero, a nuestro entender, no es injurioso para los jóvenes que brillan en los salones de París suponer que ha habido entre ellas una capaz de los movimientos de locura que degradan el carácter de Matilde. Por añadidura, nuestra heroína es un personaje imaginario, al cual atribuimos cualidades que discrepan esencialmente de las costumbres sociales de nuestro siglo, que tan elevado nivel ocupa en la escala de la civilización. (p. 533)

Lo que parecían ser dos tramas amorosas aisladas tomará las características de un verdadero triángulo en los tensos capítulos finales de la novela. 


El contexto

Este cuadro, de Francois Joseph Heim, representa al Rey Carlos X en 1824 en un evento en el que se premiaba a diversos artistas en Paris. Su gobierno caería poco después de los acontecimientos narrados en la novela por el descontento de la población con el endurecimiento de las políticas del régimen. Esta imagen sirve también para hacerse una idea de la moda de la época en la que transcurre Rojo y Negro. (Imagen tomada de Wikimedia Commons) 


Hay, además, una galería notable de personajes secundarios que llenan la novela de ruido y color, con sus ceremonias religiosas y sus fiestas palaciegas. Encontramos muchos tipos de nobles (los políticos, los hedonistas, los ostentosos, los que viven aterrados por la posibilidad de que ocurra una nueva revolución), de clérigos (el cura bueno de pueblo, el rector incómodo y astuto, el vicario corrupto, el obispo ilustrado), de extranjeros (el cantante italiano trotamundos, el donjuanesco príncipe ruso, el perseguido político español), los burgueses pueblerinos (el alcalde codicioso, el rival envidioso, el empresario maderero) y un largo etcétera que nos situa -pero que no explica, ojo con eso- en la situación política de un país que está al borde de una nueva revolución. Una situación que hace que tengan sentido el nerviosismo del clero y de la nobleza en una multitud de conversaciones que sostienen los personajes en los que censuran ciertas ideas, ciertos partidos y muchas lecturas. No estar al tanto de lo que hacía el partido jacobino o de lo que decía Rousseau no va a impedir, por cierto, que se pueda disfrutar la novela, pero si puede quitarle claridad a muchos fragmentos de la obra. En ese sentido me permito hacer una recomendación a cualquier lector no avisado que quiera abordar esta novela. Nada difícil, no se asusten: Que lean un poquito (en wikipedia no más, no se compliquen :) ) sobre la situación francesa previa a la revolución de 1830 (buscar "Revolución de Julio" o  "las tres gloriosas" que es como se llama a los tres días de disturbios, "Carlos X" que era el rey que hubo de abdicar entonces y "Luis Felipe I" que es el rey que representará el nuevo régimen )

Ah, la versión que leí (de donde proceden las citas) fue tomada del siguiente enlace: Clic aquí

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