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La hija del avaro

Cuando era niño alucinaba con el depósito de dinero de Rico Mc Pato: Una inmensa piscina que, en uno de sus lados, tenía un trampolín desde donde el personaje se lanzaba y se zambullía para nadar, literalmente, entre sus millones de monedas. Ese fue el primer arquetipo de avaro-tacaño-enfermo-del-dinero que habitó en mi mente. Más tarde leí de Tolkien las historias de los dragones Smaug y Glaurung a los que les encantaba destruir países enteros solo por el gusto de reunir todos los tesoros disponibles y echarse de panza sbre ellos para dormir la siesta. Otros personajes, que he podido conocer en otras obras de ficción o en el cine, no han podido superar en angurria a esos arquetipos... Hasta que leí Eugenia Grandet (1833)






Y es que en esa novela hay un personaje ricomacpatiano, Félix Grandet. Balzac, habilísimo en la descripción de caracteres, nos demuestra que todo monstruo tiene un origen razonable. Y es que, en efecto, Félix era un tipo normal y humilde y a fuerza de ser industrioso y desarrollar su maravillosa habilidad con los negocios, termina convirtiéndose poco a poco en un excéntrico personaje que sólo posee dinero para convertirlo en oro y poder así contemplarlo por horas. Como Mc Pato, Félix tiene su propio depósito de tesoros:
Nadie, ni siquiera la señora Grandet, tenía permiso para entrar en este retiro; el ex tonelero quería estar solo como un alquimista ante sus alambiques. Allí tenía un escondrijo, hábilmente disimulado; allí sin duda, archivaba sus títulos de propiedad; allí tenía sus balanzas para pesar los luises; allí, por la noche, redactaba sus recibos y echaba cuentas. Mientras Nanón roncaba hasta estremecer los entarimados, mientras el perro lobo velaba y bostezaba en el patio, mientras la señora y la señorita Grandet dormían plácidamente, allí acudía el viejo tonelero a acariciar, manosear, empollar y hacer fermentar su oro.  (Página 31)
Una litografía del ilustrador francés Pierre Brissaud (1885–1964) que representa a Eugenia Grandet depositando su colección de monedas de oro ante Felix, su padre, para que la sopese. Tomado de www.amazon.com/Lithograph-Brissaud-Eugenie-Grandet-Illustration/dp/B00KY4R35W


Félix es el eje de la vida de una casa en donde sobra el dinero pero no se gasta. Semejante lugar tiene que estar habitado, forzosamente, por otros seres excepcionales. Pese a la tónica completamente realista de la obra, todos lo son. La esposa, por ejemplo, es una mujer completamente sometida a los caprichos del tacaño, a tal punto que parece un mueble de lo sumisa que es. No menos patética (pero más divertida) es la criada Nanón, cuyos años de juventud son pintados por Balzac de esta manera:

A los veintidós años, la infeliz no se había podido colocar en parte alguna por culpa de su cara, tenida por repugnante; y a fe que en esta apreciación había injusticia; su cara, puesta sobre los hombros de un granadero, hubiera parecido de perlas; es evidente que en este mundo todo es cuestión de oportunidad. (Página 11)
La localidad de Saumur, con su castillo medieval y el río Loira en primer plano, donde transcurre la mayor parte de la novela de Balzac. Esta es una localidad fundamentalmente vitivinícola donde el personaje de Feliz Grandet hizo fortuna vendiendo toneles para vino y luego adquiriendo viñedos. (Imagen tomada de westcountrywanderings.co.uk)


Pero es la hija de Félix, Eugenia la que termina robándose el drama. Sus inicios no auguran nada extraordinario, pues parece un personaje plano y aburrido. Pero, como ocurre con las grandes historias, cuando el amor llega a un mundo donde todo funciona como un reloj, los engranajes se vuelven locos y se desata la revolución. Cada quien aprovechará los desórdenes para sus propios fines: El avaro para hacer mejores negocios. La hija, para cambiarlo todo.

En medio de ese contexto abunda el humor, del sutil. Y quienes más lo alientan son dos familias vecinas (Los Grassins y los Cruchot) que entablan una lucha que llega a dividir a los habitantes de la ciudad en grassinistas y cruchotistas. El casus belli es que algún miembro obtenga la mano de la riquísima heredera. Por eso invierten tiempo y recursos en adular y congraciarse con el viejo tacaño. Pero Félix, que de tonto no tiene un pelo, simula no darse cuenta y usa la situación para perjudicar a los oportunistas y para seguir engordando sus arcones.  

Eugenia, luego de un aprendizaje largo y doloroso terminará por descubrir que la única forma de sacarle la vuelta a sus muchas desventuras es enfrentarse a su padre, usando las mismas armas que él pero tratando de no sucumbir a sus vicios.

–Padre, le quiero y le respeto a pesar de su cólera; pero con toda mi humildad le haré observar que he cumplido veintidós años. Me ha dicho usted sobradas veces para que me entere, que soy mayor de edad. He hecho con mi dinero lo que me ha parecido y creo que está bien colocado...
–¿Dónde?
–Es un secreto inviolable. ¿No tiene usted sus secretos?
–Para algo soy el jefe de la familia. ¿Por ventura no puedo tener mis asuntos?
–Esto también es asunto mío.
–Mal asunto debe ser que no se lo puedas contar a tu padre, señorita Grandet.
–No lo hay mejor; pero no puedo decírselo a mi padre.
(Página 94)


Eugenia Grandet, acicalándose para ver a su primo Carlos, de quien se enamorará perdidamente. Grabado del pintor peruano Daniel Hernández (1856-1932). (tomado de wikimedia commons)

Esa lucha, a partir de la mitad de la novela, acompaña a la lenta transformación que van sufriendo Eugenia y Félix. Ella acabará por convertirse en una mujer brillante...

...dotada del tacto de los solitarios que se afina en el ejercicio de una meditación interminable y de su vista exquisita capaz de seguir las más sutiles trayectorias, (Pag. 124)

...pero al precio de soportar la injusticia y el desamor.  La evolución de Félix será menos lineal: Se convertirá primero en el monstruo que sus manías anunciaban, haciendo sufrir a todos los que lo rodean, y acabará por transformarse en una caricatura de sí mismo por el que al final no sabía si sentir lástima o reír. Ese es uno de los talentos admirables de Balzac: Saber contar una historia triste a golpe de deslizar ironías.

Nota

- La versión que leí fue descargada de aquí

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