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El tren, el cóndor y la flautista distraída

Había un interesante programa para el concierto de anoche de la Orquesta Sinfónica Nacional. Se iba a estrenar en el Perú el concierto para cello de nuestro compatriota Jimmy López pero lo que a mí más me interesaba era el número final del programa, la Sinfonía No. 2 de Jean Sibelius, uno de mis compositores favoritos.  





Un preámbulo diferente

Bien acomodado en mi butaca de quince lucas en el cuarto piso, me sorprendió que la velada empezara de una manera muy inusual. Como siempre entraron a escena todos los músicos de la orquesta y acto seguido la concertino María Foust (personalmente siempre me ha parecido un poco ridículo todo el ceremonial: la orquesta, el concertino y el director deberían entrar al mismo tiempo). Bueno, lo habitual, como ustedes saben, es que el/la concertino se quede de pie y le pida a las maderas que toquen "la" para que el resto de instrumentos terminen de afinar. Pero en esta ocasión se sentó en su silla, como si se hubiera olvidado de hacerlo. Lo primero que pensé es que se había sentado resentida con el público porque, a diferencia de lo que suele ocurrir en los conciertos de la Sinfónica, no fue aplaudida al ingresar (otra costumbre incomprensible). Luego pensé  "no, en realidad está molesta con alguien de la orquesta". De pronto se apagaron las luces del escenario y se me ocurrió que con quien se había peleado era con el electricista.

En realidad todo esto sucedió porque en el fondo del escenario iban a proyectar un video Erart, el XII Festival internacional de Música Contemporánea de Lima, que empieza dentro de pocas semanas y que, de algún modo, se inauguraba con esta velada. Luego del video apareció un soso maestro de ceremonias para anunciar al director de ERART que se mandó con un discursito leído que era copia textual del speech del folleto de mano y del floro del video (qué manera de perder tiempo, oigan). Luego entró el director de la OSN, el buen Fernando Valcárcel para entregarle un trofeo a Jimmy López, el compositor, lo que también fue "curioso" porque el director entró acompañado de una chiquilla que llevaba una caja negra en la mano, y lo único que hizo ésta fue entregársela a Valcárcel para que éste, a su vez, se lo entregara de inmediato al padre del compositor, ya que el premiado está fuera del país... Exasperante ceremonia. De ahí, el discurso de rigor... En fin, no tengo nada en contra de todo esto, pero si por lo menos hubieran puesto en el programa de mano que la velada sería precedida de estas cosas no me habría sentido tan "sorprendido" y habría prestado algo más atención a todo lo que se decía allá abajo. Sólo entonces me pareció totalmente justificado el hipotético disgusto de la concertino.

El tren de Honegger

Arthur Honegger (1892-1955), uno de los miembros más independientes del Grupo de los Seis
Pero, finalmente, arrancó el concierto. El programa iniciaba con Pacific 231, una obra que evoca la dinámica y los sonidos de las locomotoras de vapor del mismo nombre. El compositor suizo Arthur Honegger, la creó para evocar los ritmos, aceleraciones y la interacciones de las distintas piezas metálicas en los ferrocarriles. La versión del director español Ramón Tebar (que sería titular de toda la velada) fue más rápida que las que he tenido ocasión de escuchar anteriormente (aunque era la primera vez que la oía en vivo). Aunque el contrafagot (un instrumento poco habitual en nuestros conciertos) no se oyó para nada y los cornos tuvieron una imprecisión al principio, el impresionante despliegue de percusión que esta obra exige, fue plenamente satisfecho por la orquesta.

El concierto de López

"El Señor del Aire" es el título de este concierto para cello, inspirado en el vuelo del cóndor. Me impresionaron especialmente el segundo y tercer movimientos. En el segundo la orquesta establece un marcado ritmo galopante en la percusión y entabla una lucha de igual a igual con el solista en dos largos crescendos. El tercer movimiento es una de las mejores cosas que he escuchado en la música sinfónica peruana. En éste el compositor pretende recrear el planear del cóndor en lo más alto del cielo. El cello lo evoca haciendo al principio del movimiento una serie de melodías largas totalmente tocadas en armónicos mientras el resto de la orquesta, en especial el arpa y la percusión, crean un clima de inmovilismo muy original. En el cuarto movimiento el solista debe tocar un buen trecho en rápidos pizzicatti

Momento del saludo final. El cellista Jesús Castro López estrecha la mano del director Ramón Tebar.
La pieza es predominantemente atonal, la parte del cello es harto complicada (tiene una impactante cadenza en el tercer movimiento) y en general es exigente para la orquesta. El compositor, a quien desde ahora le prestaré mayor atención, tiene una gran capacidad de creación de "atmósferas" contrastantes. No puedo opinar sobre la exactitud de la ejecución pues es la primera vez que oigo la pieza, pero hay que decir que sonó muy bien y que el solista, el peruano-francés Jesús Castro Balbi (a quien está dedicada la obra) se lució, al punto que fue, con merecimiento, ruidosamente aplaudido por la audiencia al final de la interpretación, lo que hizo que nos regalara, fuera de programa, el preludio de la Suite en Sol Mayor de Bach.

La segunda de Sibelius

Escuché por primera vez la Segunda Sinfonía de Sibelius cuando era un niño en un cassette  (con una versión de la Orquesta del Concertgebouw dirigida por George Szell) y me impresionó mucho, en especial su manera tan peculiar de tratar a los metales... Te lanza una nota y la sostiene, disminuyendo el volumen y luego, sin parar, aumentándolo rápidamente. Como si fuera algo que primero te golpea, luego se aleja para tomar impulso sin soltarte y luego regresa para darte con más fuerza. Luego aprendí a valorar su forma de exponer los temas. No lo hace directamente -como se estilaba en la forma sonata tradicional- sino por pedazos: Primero te suelta un trocito por aquí, luego insinúa otro, y sólo después combina los fragmentos para mostrarte que juntos, forman la melodía principal. Es sólo la segunda vez que escuchas la pieza que descubres, más atento, que el compositor te estuvo "soltando" las distintas partes de una misma melodía antes de hacerte la presentación formal de la misma. Es lo que se ha venido en llamar "exposición orgánica". Estas sutilezas no fueron captadas por la mayoría de críticos de su tiempo, que lo denostaron por supuestas faltas de originalidad pese al favor que el compositor obtuvo en las salas de conciertos (especialmente británicas). Pero lo más impactante en Sibelius es su manejo de los contrastes, sus melodías cortas pero apasionadas, su desbordante lirismo, su potencia y, en ocasiones, su exasperante sencillez. Todo estos recursos son oro puro para una orquesta bien dispuesta y un director competente. Las armonías de Sibelius nunca son demasiado complicadas y no hay forma de esconder un sólo error en los edificios sonoros tan "limpios" que construye.

Jean Sibelius (1865-1957)

La versión de la OSN

Pero quizá la expectativa era demasiado alta. Si bien la versión de nuestra primera orquesta fue intensa y llegó a ser conmovedora en el hermoso segundo movimiento (mi favorito) considero que tuvo un tempo demasiado rápido para la capacidad de la OSN esa noche. No me pareció que los músicos estuvieran cómodos. Hubo defectos en las trompas en el primer movimiento (nuevamente ese problema de arrancar mal... ) aunque las trompetas y trombones cumplieron con holgura. Hubo también un incidente notorio en el movimiento final. Una flautista entró a destiempo y en un momento de silencio. Error grueso y lamentable. Creo que hasta el que no conocía la obra lo debió notar. El director, el español Ramón Tebar, disimuló lo mejor que pudo la falla de la ejecutante (y supongo, su enojo). Si bien yo estaba en el cuarto piso me pareció notar auténtico terror en el rostro de ella durante los minutos finales de la representación. A pesar del dislate, al finalizar el concierto, el director le pidió a la chica ponerse de pie, junto con el resto de instrumentistas destacados, en una jugada que no sé si fue producto del sarcasmo o la benevolencia. Si no hubiera sido por ese incómodo momento, el movimiento final hubiera estado bastante aceptable, aunque me parece que lo único que les salió realmente bien fue el segundo movimiento y, luego, el tercero.  En el primer movimiento, en cambio, el más original de la obra, las cosas no cuajaban. En fin, la afición aplaudió con entusiasmo pero para mí el resultado fue mediocre...

Felizmente tenemos a la mano algunas interpretaciones geniales en la web para consolarnos... Copio a continuación un enlace de una de mis dos versiones favoritas de esta obra, a mayor gloria de Leny, una versión que ha sido criticada por excesivamente lenta pero que tiene una ejecución perfecta.

Una de mis versiones favoritas está en este video de Leonard Bernstein 
con la Orquesta Filarmónica de Viena, si bien tiene un tempo más lento y una duración mayor a la habitual


Enlaces relacionados

  • Web site informativo sobre el compositor Arthur Honegger : Clic aquí
  • Web site de la Sociedad Finlandesa Sibelius, dedicada al compositor Jean Sibelius  : Clic aquí
  • Wb site personal del compositor Jimmy López : Clic aquí
  • Web Site personal del cellista Jesús Castro Balbi : Clic aquí
  • Web site personal del director de orquesta Ramón Tebar : Clic aquí

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