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El libro de los angustiados


Antes de leer El Muro, de Jean Paul Sartre, podría decirse que no sabía casi nada sobre el escritor francés... Vamos, sí quién era, pero con ese tipo de información que sólo te sirve para resolver crucigramas: que rechazó el Nobel, que era uno de los existencialistas, que tuvo disputas con Camus -que no rechazó el Nobel, lo que confirma que tenían que tener disputas- etc... Sí, también es cierto que lo estudié en el curso de Filosofía 2 de la universidad pero lo hice con la misma dedicación con la que te aprendes una fórmula matemática para resolver un examen y que, luego de aprobar el curso de marras -con las justas- te la olvidas sin culpa para el resto de tu vida. 

Pero también "lo conocía" por algunas referencias que salpicaban mi propia historia. Por ejemplo, recuerdo que en la biblioteca de mi abuelo Augusto había un libro cuyo título me llamaba la atención: La naúsea (que fue, me enteraría luego, la primera novela de Sartre). Y yo, que entonces era un adolescente aficionado a hojear libros para rara vez leerlos, recuerdo haber tomado ese volumen con cierto entusiasmo, esperando encontrar en él un texto irreverente o escatológico. Lo hojeé y al no entender de qué iba esa cosa lo devolví al estante, seguramente con una expresión de asco en la cara que me confirmaba que al menos el título estaba merecidamente puesto (no me mires así, yo era sólo un muchacho) 

Jean Paul Sartre
Y también "lo conocía" porque la mamá de Libertad (sí, la de Mafalda... y ya deja de reírte, lector) se ganaba la vida traduciendo textos de Sartre, al punto que en una tira la niña le decía a Mafalda que el último pollo que habían comido se lo debían a él. También recuerdo que el francés ocasionaba cierta devoción entre algunos de mis amigos de la universidad y creo que fue esa la razón por la que rechazaba enterarme de lo que había escrito (ya sabes como es la arrogancia de algunos estudiantes: yo no quería divinidades prestadas, quería ídolos a mi imagen y semejanza). Mi amiga Doris lo mencionaba -con poserísimo interés- por su relación con los sucesos de mayo del 68. Mi amigo Mario lo veneraba, tanto que hoy (es decir, casi dos décadas después) tiene una caricatura del existencialista como foto de perfil en facebook... 

A lo que iba: En una reunión de ese humilde pero bien intencionado grupo de lectura que en rarísimas ocasiones pretendemos construir con mis viejos amigos Mario (precisamente) y Lucho, el primero sugirió que leyéramos El Muro, una colección de 5 relatos del escritor. Y ya que, como ocurrió en una ocasión anterior (véase aquí) no nos hemos reunido aún para comentar nuestras impresiones, las colocaré en las siguientes líneas antes de que se me olviden, aunque espero que eso no suceda porque es un libro que, digámoslo de una vez, bien valdrá la pena releer. 

El muro

El relato que da título al conjunto está ambientando en la España de la guerra civil. Cuenta la tensa vigilia de un grupo de prisioneros que serán ejecutados al amanecer mientras un médico los observa y toma notas. Es una reflexión sobre el miedo, la trascendencia frente a la muerte, la futilidad del cumplimiento del deber (no denunciar al aliado). 

Quizá veinte veces seguidas viví mi ejecución; hasta una vez creí que era real: debí adormecerme durante un minuto. (Página 26).

En medio de ese panorama desolador el protagonista intenta en el tramo final el más inusual de los caminos: el humor. Y a partir de él ocurren giros en la historia que convierten lo que era un triste relato de guerra en una de esas raras noticias extraordinarias de los periódicos. Redondo. 
La versión electrónica de El Muro que leí. Editado por Antwan en 2013. La traducción es de Augusto Díaz Carbajal y está ilustrado por Luis Seoane. Las citas que aparecen en este post pertenencen a esa edición.

La cámara

Este es un notable ejercicio de terror psicológico. Los padres de una joven, Eva, quieren disuadirla de continuar viviendo con su esposo que ha caído en la demencia. Ella no piensa hacerles caso; antes bien intenta participar de las alucinaciones de su él, meterse en ellas, creerlas, como un método para acercársele, a pesar del miedo que le tiene a la habitación donde está encerrado. 

Como siempre que dejaba el aposento, la llenaba de pánico la idea de que era necesario volver a entrar en él. Sabía no obstante que no hubiera podido vivir en otra parte: amaba ese aposento.(...) Miraba el picaporte de la puerta cerrada y la angustia le apretaba la garganta: Es necesario que vaya. Nunca lo dejo solo tanto tiempo. Había que abrir esa puerta; luego Eva permanecería en el umbral tratando de habituar sus ojos a la penumbra, y el aposento la rechazaría con todas sus fuerzas. Era necesario que Eva triunfara de esa resistencia y que se hundiera hasta el corazón de la pieza. (Páginas 50-51). 

Cuando uno termina de leerlo entiende que todo el relato es el proceso de Eva de tomar una decisión

Eróstrato

Esta es la historia de un antisocial que cree que para alcanzar la trascendencia debe cometer un crimen que haga que lo recuerden para siempre. Con su arma escondida bajo su ropa, deambula por la ciudad sintiéndose poderoso mientras planifica su atentado

Miraba la espalda de la gente y me imaginaba, según caminaban, el modo como caerían si les disparara encima. Los domingos tomé la costumbre de ir a apostarme delante del Châtelet, a la salida de los conciertos clásicos. A eso de las seis escuchaba un timbre y las obreras venían a sujetar las puertas vidrieras con los ganchos. Así empezaba la cosa: la multitud salía lentamente; la gente marchaba con paso flotante, los ojos llenos todavía de ensueño, el corazón todavía lleno de bellos sentimientos. Había muchos que miraban a su alrededor con aire asombrado: la calle debía parecerles totalmente azul. Entonces sonreían con misterio: pasaban de un mundo a otro. Era en ese otro donde yo los esperaba. Había deslizado mi mano derecha en el bolsillo y apretaba con todas mis fuerzas la culata del arma. (Página 68).

Al leerlo me resultaba inevitable pensar en los extremistas de nuestros tiempos. Como ellos el protagonista busca una justificación moral para lo que quiere hacer, a medida que la fecha decidida para ejecutar la acción se acerca, como para tratar de evitar que su resolución empiece a flaquear. 

Por cierto el nombre de esta historia está tomada del de un pastor griego del siglo IV a.C.que, según se cuenta, incendió el Templo de Artemisa de Éfeso (una de las siete maravillas del mundo antiguo) con el único fin de alcanzar la inmortalidad. 
 
Una imagen de la única columna que queda del Templo de Artemisa de Éfeso (Turquía), incendiado por el Eróstrato original en el año 356 a.C. y en cuya figura se inspira el personaje de Sartre en el cuento homónimo (foto tomada de turkey-trip.com)


Intimidad

Lulú está casada con Henri. Pero no es un matrimonio feliz 

- Va a haber guerra Lulú, partiré y me matarán, y te lamentarás y tendrás remordimientos por todos los dolores que me has causado.
- Anda allá, eres impotente, le respondía, será caso de reformarte. (Página 92)

Pese al aprecio que le tiene, Lulú decide separarse de su esposo, alentada por su amiga  Rirette y por Pierre, su potencial amante. Pero a medida que ejecuta sus erráticos planes, llenos de idas y venidas, causa estragos en el ánimo de todos, especialmente en Rirette, que siente una atracción especial por su amiga al punto que llega a sugerir que sin ella su existencia su vida estaría vacía:
Rirette se quedó en el taxi y se hizo llevar a su casa, un momento pensó en ir al cine, pero no tenía ganas. Tiró su sombrero sobre una silla y dio un paso hacia la Ventana. Pero el lecho la atraía, tan blanco, tan dulce, tan húmedo en su cavidad de sombras. Arrojarse en él, sentir la caricia de la almohada sobre sus mejillas ardientes. “Soy fuerte, soy la que ha hecho todo por Lulú y ahora estoy sola y nadie hace nada por mí.” Tenía tanta piedad de sí misma que sintió una ola de sollozos subir hasta su garganta. “Se van a ir a Niza y no los veré más. Soy yo quien ha hecho su felicidad pero no pensarán en mí. Y me quedaré aquí trabajando ocho horas por día, vendiendo perlas falsas en Burma.” (Páginas 98-99)

Pero Lulú es indecisa, inconstante, no está segura de lo que realmente quiere, tanto que parece que lo que más le gusta de su esposo es que sea impotente y lo que menos le gustara de su amante es su fogocidad sexual. A pesar de esa incongruencia, el autor construye en Lulú un personaje creíble y rico. Pero no me gustaría conocerla; Aquí entre nos: Creo que está loca.

La infancia de un jefe

Es una novela corta que narra la peripecia vital de un niño hasta su adolescencia. Luciano cuestiona el mundo en el que vive. Pero no es un cuestionamiento social, sino metafísico. 
Cerraba los ojos y se dejaba ir: la existencia es una ilusión; puesto que sé que no existo no tengo más que taparme las orejas, no pensar en nada y me aniquilaré (Página 123).
Si bien hay un camino trazado para él (seguir los pasos de su padre, heredando su puesto como jefe y dueño de sus fábricas) a medida que crece se muestra inconforme con su destino y por eso se entrega a una permanente búsqueda de respuestas a sus preguntas existenciales. Se refugia primero en el estudio, luego en la psicología, de ahí en una bizarra relación con un hombre mayor que él, en los brazos de una chica a la que no ama y finalmente en los de una organzación fascista. Si bien Sartre no profundiza en los personajes secundarios, estos sirven para crear una ambientación muy efectiva de la Francia de entreguerras, cuyas tensiones sociales van apareciendo de a pocos hasta fundirse con la propia búsqueda del protagonista. Así, imbuido por su nueva ideología, conoce una nueva -e inquietante- definición para el "jefe" que está llamado a ser: un caudillo de los de esa época, de los que agitan multitudes y desatan guerras mundiales. 

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